Pequeños músicos venezolanos triunfan en el Festival de Salzburgo

Vinieron, tocaron y vencieron: 207 niños y niñas de Venezuela subieron sin inhibiciones al escenario del majestuoso teatro Felsenreitschule de esta ciudad austriaca para cautivar al público, que aún desconocía su arte, con la interpretación de la Sinfonía Nº 1, del checo Gustav Mahler (1860-1911).

Simon Rattle, besa la mano de una de las jóvenes intérpretes
El Festival de Salzburgo se rinde ante los jóvenes intérpretes de la Sinfónica Nacional Infantil de Venezuela/ Foto: Nohely Oliveros/ Fundamusical Bolivar

La incursión de agrupaciones del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela ya forma parte del panorama clásico europeo, pero es la primera vez que la Sinfónica Nacional Infantil, compuesta por músicos de entre ocho y 13 años, desembarca en el afamado Festival de Salzburgo, esta vez como parte de una expedición de 1.400 artistas.

«Increíble. Me siento orgulloso de haber podido contener las lágrimas. Me gustaría tener a Mahler aquí durante 10 minutos. Esta gente será muy joven, pero sabe apreciar la historia que cuenta esta sinfonía», expresó el británico Simon Rattle, director de la Filarmónica de Berlín, que fue el responsable de la batuta de la Sinfónica Nacional Infantil de Venezuela en su actuación del pasado fin de semana.

El Felsenreitschule, un edificio que originalmente albergó una antigua escuela de caballería situada frente a una roca gigantesca y hecha teatro en 1926, tiene aforo para 1.400 espectadores y hace medio siglo sirvió como escenario del filme «La novicia rebelde» (The Sound of Music), del estadounidense Robert Wise.

«De los 200 que nos presentamos para trompeta, yo fui uno de los 17 que quedó, gracias a Dios, porque quería tocar a Mahler, una obra complicada», dijo Eugenio Carreño en entrevista posterior. Este niño de 11 años toca el instrumento desde los siete y actualmente cursa el sexto grado escolar.

Similar es la opinión de Juan José Figuera, de 12 años e hijo de un mecánico en la población de Guatire, cerca de Caracas, quien esgrime el violonchelo mientras, sonriente, narra: «La gente me pregunta por qué escogí un instrumento que se ve más grande que yo».

La concertina María Victoria Chirinos, de 13 años, dijo sentir confianza cuando se encontró frente a Rattle. «Él me inspira y me da ánimos para tocar lo mejor posible», señaló. Lo cual hizo, a juzgar por los aplausos y los abrazos de felicitación que repartió el director británico entre los solistas.

Con Rattle alternó, dirigiendo la orquesta en la «Suite del ballet La Estancia Op. 8», del argentino Alberto Ginastera (1916-1983), la promesa venezolana Jesús Parra, de 18 años, quien ha sido ejecutante de viola y descuella en la cuarta generación de jóvenes directores cuya figura más conocida es Gustavo Dudamel, hoy en la batuta de la Filarmónica de Los Ángeles.

Dudamel dirigió la Orquesta Simón Bolívar, agrupación cimera del sistema, al estrenarse el 24 de julio el Festival de Salzburgo, que se realiza anualmente en homenaje al genial hijo de la ciudad, Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791). Entre los grupos venezolanos en esta edición se contó con la Coral de Manos Blancas, integrada por niños, niñas y jóvenes con discapacidad.

«Niños de esa edad, tocando piezas de las más intrincadas y difíciles de Mahler en un festival como el de Salzburgo, es algo que nunca se había visto. Para nosotros es un compromiso altísimo, porque no podemos dar pasos más que hacia adelante», dijo el creador y conductor del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela desde 1975, José Antonio Abreu.

El Sistema, como se conoce popularmente, encuadra a unos 400.000 muchachos y muchachas en cerca de 400 agrupaciones corales y orquestales basadas en decenas de núcleos en todo el país. Cuenta con un presupuesto estatal de 150 millones de dólares anuales.

«No venimos a estos festivales por un afán narcisista sino para traer amor, pasión y entusiasmo de la juventud venezolana. Mostramos resultados y nuestra meta es abarcar a un millón de muchachos en todo el país hacia 2018-2019», subraya Abreu.

La notable experiencia venezolana tiene ya réplicas en 30 países «y el éxito en este festival va a hacer que mucha gente pierda el miedo y se atreva a desarrollar programas sociales basados en la educación artística, en la música, la danza o el teatro», añade.

Helga Rabl-Stadler, presidenta del festival de Salzburgo desde hace 20 años, dijo a los periodistas que abrieron los brazos al «sistema» para esta experiencia porque «es un modo de mostrar a Europa la importancia de la educación musical y artística en cada país».

El Festival de Salzburgo «se fundó en 1917 con la idea de que la música y el arte podían ayudar a conciliar los pueblos que una vez formaron el imperio austro-húngaro, que se desmoronaba por entonces, y seguimos creyendo que, desde este corazón europeo, puede servir para ese fin con los pueblos de 50 lenguas que cruzan este continente», sostuvo Rabl-Stadler.

La innovación de traer agrupaciones infantiles a un maduro festival como el de Salzburgo fue una apuesta ganada, destaca su presidenta, pues se agotaron las entradas.

Rabl-Stadler indica que los beneficios para Salzburgo están en que se ha convertido en el mayor empleador, amén de que solo la venta de 261.000 entradas para los espectáculos genera ingresos de 30 millones de euros, más réditos turísticos y fiscales. La jurisdicción de esta urbe tiene 400.000 habitantes, de los cuales 4.000 se emplean en las seis semanas del encuentro musical.

La presencia de los venezolanos sirvió para sellar un acuerdo mediante el cual el Festival de Salzburgo «se mudará a Caracas» en 2017 o 2018, de modo que agrupaciones que para ese entonces actúen en la ciudad austriaca viajen con el mismo fin a la capital venezolana.