Represión rusa en Crimea

Crimea afronta una ola de abusos a los derechos humanos, con secuestros de periodistas y activistas, acoso a minorías no rusas y persecuciones de todo aquel que se considere simpatizante del proeuropeo gobierno de Ucrania. Organizaciones de la sociedad civil advierten de que esa región autónoma ucraniana, ahora bajo control de facto de los militares rusos, está viviendo una escalada de violencia y represión previa al referendo de este domingo 16, en el que se decidirá su futuro.

Una pancarta en la que se ve la cruz gamada
Una pancarta usada por prorrusos en manifestaciones en Simferópol que dice 'Crimea contra el nazismo'/ Foto: Alexey Yakushechkin/ IPS

Marina Tsapok, portavoz de la Asociación de Observadores de los Derechos Humanos en Ucrania, nos dice: «Hay personas secuestradas y desaparecidas. La situación está empeorando, es completamente ilegal y prevemos aún más violencia, tanto antes como después del referendo».

Las organizaciones de derechos humanos temen una ofensiva contra los potenciales opositores a la secesión de Crimea. Las autoridades de la región han dejado claro su deseo de integrarse a Rusia. El apoyo prorruso entre la población local – el 60 por ciento de la cual es de origen ruso – es fuerte.

«Por favor, divulguen la información sobre la situación en Crimea, sobre las palizas a periodistas, el secuestro de activistas de la sociedad civil, el 'referendo' a punta de pistola», dice Marina Tsapok, activista pro derechos humanos.

La propaganda de Moscú contra el nuevo gobierno ucraniano –al que retrata como una entidad formada ilegalmente y liderada por fascistas y neonazis que quieren destruir el país– ha ayudado a fomentar no solo el sentimiento proindependencia, sino también la antipatía hacia los partidarios de una Ucrania unificada.

En las manifestaciones del pasado fin de semana, activistas proucranianos fueron salvajemente golpeados por milicianos prorrusos.

En un incidente, más de 100 hombres reprimieron a un grupo de mujeres que realizaban una protesta pacífica contra la intervención militar rusa, frente a la sede de la Armada ucraniana en Simferópol, la capital crimea,

Muchos de esos episodios han pasado desapercibidos o sin castigar a la policía, alimentando temores de que ahora los grupos prorrusos puedan violar los derechos humanos con total impunidad. También ha habido informes de prensa sobre ucranianos en Crimea que no querían salir de sus hogares por temor a que grupos prorrusos les atacaran.

Sin embargo, los crimeos proucranianos no son los únicos que padecen intimidación. Activistas y periodistas que intentan entender la situación también son acosados. El servicio de información Euromaidán, que cubre presuntos abusos a los derechos humanos, señala que en los últimos días se ha registrado una cada vez mayor cantidad de secuestros.

Euromaidán es el nombre como se conocieron las protestas proeuropeas en los últimos meses en el centro de Kiev.

Tsapok nos dijo tmbién que el miércoles 12 se conoció la desaparición de cinco personas, que se cree fueron secuestradas. Cuatro de ellas eran activistas por los derechos humanos. La otra era un exoficial militar.

Apenas horas después, otras cinco personas, entre ellas periodistas y activistas, fueron encontradas con vida tras haber sido secuestradas. Otros denuncian haber sido amenazados de muerte por intentar fotografiar a soldados y hombres armados enmascarados fuera de edificios militares y civiles.

Mientras, la minoría étnica más grande de la península, los tártaros, también están bajo amenaza. Se trata de un pueblo túrquico musulmán que ha vivido en la región durante siglos, hasta que fueron expulsados en 1944.

Más de 200.000 fueron enviados a campamentos de trabajo en Asia central cuando el líder soviético José Stalin los acusó de colaborar con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Casi 40.000 de ellos murieron durante los viajes.

Ciudadanos rusos ocuparon sus lugares en Crimea, y los tártaros solo pudieron regresar a la península cuando la Unión Soviética comenzó a desintegrarse, en los años 90. Ahora representan aproximadamente un 14 por ciento de la población de Crimea y, por su historia, muchos de ellos desconfían de Rusia.

Los tártaros denuncian que sus comunidades tienen cada vez más miedo a ataques de grupos de autodefensa prorrusos, que, sostienen, deambulan por las calles durante la noche. Según ellos, en ocasiones al despertar se han encontrado cruces blancas pintadas en las puertas de sus viviendas.

Por temor han formado sus propios escuadrones de autodefensa, que controlan áreas con poblaciones tártaras, mientras que otros custodian mezquitas.

«Estos informes sobre marcas en las casas de personas tártaras, o de que les retiran los pasaportes para usarlos en el referendo, además de los secuestros y otros abusos a los derechos humanos que estamos viendo, muestran lo mal están las cosas. Y, por lo que podemos ver, van a peor», nos ha dicho dijo Heather McGill, investigadora de Amnistía Internacional.

Se prevé que el referendo respaldará la adhesión de Crimea a Rusia, con lo que el Kremlin controlará la península. Esto plantea dudas sobre si las nuevas autoridades crimeas adoptarán la misma política de derechos humanos de Moscú, muy condenada por la comunidad internacional.

«Es muy difícil predecir cómo serán las cosas (en materia de derechos humanos) en Crimea si el resultado de la votación es a favor de integrarse a Rusia. Pero yo apostaría a que la situación será peor que ahora», dice McGill.

Mientras, en Kiev, donde el nuevo gobierno ucraniano continúa trabajando con líderes de Occidente para hallar una solución a la crisis de Crimea, activistas por los derechos humanos temen lo peor para sus organizaciones socias en la península, así como para las perspectivas de las libertades civiles y los derechos básicos allí.

«Llegado el domingo, los rusos tomarán el control y su ejército probablemente cambiará todo el funcionamiento de Crimea. Solo puede haber más protestas y más violencia», afirma Tsapok. Y hace un llamamiento a los activistas por los derechos humanos y medios independientes en todas partes a garantizar que las violaciones a los derechos humanos en Crimea sigan siendo reportadas y vigiladas.

La semana pasada, a punta de pistola, se impidió a lo observadores internacionales de derechos humanos a llegar hasta Crimea. Miembros de unidades locales de «autodefensa» que controlan las carreteras de entrada a la península obligaron a retroceder a un equipo de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa.

La situación en Crimea «afecta a todos. Es la actual frontera entre la legalidad y el caos, entre las noticias y la propaganda, entre la civilización y el salvajismo medieval», dice Tsapok.

«Les digo a todos mis amigos: por favor, divulguen la información sobre la situación en Crimea, sobre las palizas a periodistas, el secuestro de activistas de la sociedad civil, el 'referendo' a punta de pistola. La gente no debería permanecer indiferente; mañana estas cosas terribles le pueden pasar a alguien más»,.