Scarlett Johansson y las 'burbujas de sangre'

La tradicional práctica israelí de etiquetar productos elaborados en sus colonias como «Hecho en Israel» genera una oposición aún mayor a la ocupación. Los asentamientos judíos en territorios palestinos están considerados como una violación del derecho internacional. Sin embargo, en Israel no se ve así. Los consumidores no saben donde están hechos los productos.

Hombres trabajando en una fábrica
Trabajadores palestinos en la planta de SodaStream/ Foto: Pierre Klochendler/IPS.

Zona industrial Mishor Adumim, Cisjordania, (IPS) - La tradicional práctica israelí de etiquetar productos elaborados en sus colonias como «Hecho en Israel» genera una oposición aún mayor a la ocupación. Los asentamientos judíos en territorios palestinos son considerados una violación del derecho internacional. Sin embargo, en Israel no se ve así.

Muy a menudo, los consumidores de productos israelíes en todo el mundo no saben si están comprando un producto hecho realmente en Israel o en una colonia.

La imprecisión de las etiquetas usadas por esas empresas israelíes que realizan sus negocios en tierras que los palestinos consideran como parte de su futuro estado ha hecho caer a una estrella de Hollywood en un conflicto de intereses.

Hasta hace poco, la actriz estadounidense Scarlett Johansson cumplía el doble papel de embajadora de caridad de la organización no gubernamental británica Oxfam y de embajadora de la marca SodaStream, una firma israelí de sistemas de gasificación de bebidas que cotiza en el índice Nasdaq de la Bolsa de Nueva York y cuya principal planta procesadora funciona en una vieja fábrica de municiones ubicada cerca del asentamiento Maalé Adumim.

Su elogio a las botellas amigables con el ambiente en las que se genera la efervescencia, así como a los sabores almibarados que ofrece la empresa, se volvió viral en las redes sociales de Internet incluso antes de que el comercial saliera al aire por primera vez durante la Super Bowl, la final del principal campeonato estadounidense de fútbol americano.

Oxfam, que se opone al comercio con los asentamientos judíos, presionó a Johansson para que se retractara de su apoyo a SodaStream, pero en cambio la actriz renunció a la organización británica.

En un comunicado, Johansson ensalzó el compromiso de SodaStream de «construir un puente hacia la paz», en el que 500 palestinos, 450 árabes israelíes y 350 judíos israelíes están «trabajando codo con codo, recibiendo igual paga, iguales beneficios e iguales derechos».

Los palestinos que trabajan en la planta de SodaStream ganan dos o tres veces más que lo que cobrarían en la Autoridad Nacional Palestina (ANP).

«Esta es una relación coercitiva por definición», dice el activista por los derechos humanos palestinos Omar Barghouti, cofundador del movimiento Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS).

«Tras décadas de destruir sistemáticamente la industria y la agricultura palestinas y de imponer restricciones extremas a la circulación, impidiendo que muchos lleguen a sus lugares de trabajo, Israel ha obligado a miles de trabajadores y agricultores palestinos a buscar empleo en las colonias ilegales israelíes», añadió.

Activistas del BDS consideran que la firma SodaStream es una «burbuja de sangre».

«Nosotros somos una anomalía», reconoce el presidente de la empresa, Daniel Birnbaum, quien se describe a sí mismo como un ferviente partidario de la solución de dos estados.

A toda prisa, Birnbaum invitó a periodistas extranjeros a recorrer la controvertida fábrica, ocasión en la que se mostró indignado ante el movimiento BDS y preguntó: «¿Por qué dar empleo es un obstáculo a la paz?».

«Si esta área termina como parte de Palestina, no tengo problema en pagar impuestos al gobierno palestino», dijo, mientras elogiaba la «heroica posición» de Johansson.

Sin embargo, Barghouti dice: «Mediante la resistencia civil popular y los esfuerzos sostenidos del BDS, como contra el apartheid en Sudáfrica, Israel se verá obligado a reconocer nuestros derechos bajo el derecho internacional y a poner fin a su régimen de ocupación, colonización y segregación».

En los últimos días, instituciones nórdicas han decidido cortar sus vínculos con las empresas israelíes involucradas en la construcción de asentamientos o que mantienen sucursales en Cisjordania y Jerusalén oriental.

Danske Bank, el banco más grande de Dinamarca, ha puesto en la lista negra al Bank Hapoalim de Israel. El Ministerio de Finanzas de Noruega ha excluido a las firmas israelíes Africa Israel Investments y Danya Cebus de su Fondo Mundial de Pensiones del Gobierno.

PGGM, la mayor compañía de administración de fondos de pensiones de Holanda, ha retirado todas sus inversiones de los cinco bancos más grandes de Israel.

El acuerdo científico «Horizonte 2020», firmado por Israel y la Unión Europea (UE) prohíbe a entidades del bloque financiar investigaciones académicas en los asentamientos, y ahora Alemania, el aliado europeo más fuerte de Israel, prevé ampliar la prohibición a empresas privadas que operan en los territorios ocupados.

En julio del año pasado, la Comisión Europea, publicó nuevas pautas prohibiendo que las instituciones del bloque otorgaran subvenciones o préstamos a organizaciones israelíes vinculadas con las colonias. Barghouti destaca el aumento del apoyo al boicot académico contra Israel en Estados Unidos e Irlanda, y el cada vez mayor número de artistas occidentales que se niegan a actuar en Israel.

Birnbaum, el presidente de SodaStream, no pareció inmutarse por la ola de acciones de BDS. «Si los países nórdicos boicotean productos manufacturados en esta fábrica. Nosotros pasamos la producción a nuestra planta en China», dijo.

Pero el secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, advirtió al gobierno israelí que, si colapsan las conversaciones de paz, Israel corre el riesgo de tener que afrontar mayores amenazas de boicot y campañas de deslegitimación.

El BDS promueve el fin de la ocupación israelí en territorios palestinos, incluido el desmantelamiento de la barrera de seguridad y las colonias. El movimiento también reclama «el derecho sancionado por la Organización de las Naciones Unidas e inherente a los refugiados palestinos de regresar a sus hogares de origen».

Para la mayoría de los israelíes, el derecho de regreso de millones de refugiados palestinos desde la guerra de 1948 y de sus descendientes a lo que actualmente es Israel equivaldría a que su país dejara de ser un estado judío. El reconocimiento de Israel como tal por parte de la ANP es una de las principales demandas del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu.

Por el contrario, los palestinos lo rechazan, ya que consideran que eso equivaldría a ignorar no solo su derecho al retorno, importante demanda palestina y punto crucial del conflicto, sino también la existencia de la minoría de palestinos israelíes, que constituyen aproximadamente el 20 por ciento de la población israelí.

Netanyahu convocó a una reunión de su gabinete para orquestar opciones estratégicas a fin de contrarrestar las potenciales iniciativas europeas del BDS.

«La estrategia más eficaz e inmediata para atemperar al BDS y otras formas de guerra política es poner fin a la financiación masiva que se da a organizaciones no gubernamentales radicales que promueven estas campañas anti-Israel», declara en su sitio web NGO Monitor, una organización de derechas cercana al gobierno israelí.