Siria, dos años desangrándose

Hoy 15 de marzo, hace dos años se iniciaban los primeros brotes de la primavera árabe en las ciudades de Homs y Hama. 730 días más tarde el país vive un inv(f)ierno árabe con casi 100.000 muertos, ciudades destruidas, un sátrapa que se mantiene en el poder y una comunidad internacional impasible ante el horror que viven millones de sirios. Hoy la UE ha vuelto a rechazar la petición de Londres y París de armar a la oposición siria. A este drama hay que añadir el millón de refugiados que viven los países vecinos. En Líbano, el flujo de refugiados es un peso casi insoportable para las familias que los acogen.

Un libanés hospeda familias sirias
Un libanés hospeda familias sirias / Foto: Zak Brophy (IPS)

La crisis económica interna, agravada por la llegada de una gran cantidad de refugiados, ejerce una gran presión sobre muchas áreas empobrecidas, como la región fronteriza de Wadi Khaled. En los últimos meses ha habido un aumento del flujo de refugiados. La cantidad de personas que reciben asistencia o que la solicitaran se ha duplicado en menos de tres meses, y ahora son más de 320.000.

El gobierno libanés dice que hay cerca de un millón de sirios en este país, incluidos los trabajadores inmigrantes y sus familias, una cantidad significativa para una población de 4,5 millones de habitantes.

A diferencia de Turquía y Jordania, Líbano no tiene campamentos formales. Las familias libanesas albergan a uno de cada tres refugiados. «Abrimos nuestras puertas y los invitamos pensando que estarían aquí uno o dos meses, y que la transición en Siria sería rápida como en otras revueltas árabes», explica el libanés Mohammad Sleiman Ikhlif. «Ahora ya han pasado dos años y se nos hace difícil», reconoce Ikhlif, que ha construido tres habitaciones provisionales, en las que ahora viven cinco familias sirias.

Antes de que se arraigara el levantamiento contra el gobierno de Bashar al-Assad, Wadi Khaled era una zona relativamente pobre, pero autosuficiente. Ahora, la población local no solo tiene que albergar a miles de refugiados, sino que la actividad económica en la región ha cesado. «Nuestras comunidades sobrevivían del comercio trasfronterizo y del contrabando», indica Ali Al-Beddawi, líder comunitario de Rami, uno de los poblados de Wadi Khaled ubicado a un par de metros de la frontera. «Todo se detuvo. La economía se contrajo del todo. No hay comercio, no hay actividad ni empleo», añade. Además del peso por el flujo de refugiados y del colapso de la actividad comercial, la pérdida de las empresas libanesas en Siria ha aumentado los problemas en esta región.

Al-Beddawi tenía una fábrica de cosméticos pujante en la ciudad siria de Homs, a 23 kilómetros de Wadi Khaled, «pero quedó en la nada», se lamenta. Él estima que hay por lo menos 50 empresarios locales más que perdieron sus negocios e inversiones en Siria, lo que ha reducido el sustento de gran parte de la comunidad. La mayoría de la asistencia, hasta la fecha, se ha destinado a los refugiados, lo que crea cierto resentimiento, pues estos se integraron en las comunidades libanesas que, en muchos casos, son pobres y padecen la inestabilidad. «No podemos culpar a los sirios por estar aquí», dice un joven del pueblo de Rami. «Escapan de la opresión, pero la vida es intolerable para nosotros los libaneses y no tenemos ayuda. En cambio, ellos tienen a la ONU (Organización de las Naciones Unidas), a las agencias extranjeras y a todo el mundo ayudándolos», añade.

Durante más de un año, Ikhlif no recibió ninguna ayuda ni aceptó un pago por alquiler de las familias sirias que hospeda. Pero desde hace tres meses, la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (Cosude) le ayuda a hacer frente a los gastos. «Me sacan un gran peso de encima, lo que permite, en cierta forma, que sea soportable», reconoce. Desde septiembre de 2012, la Cosude otorga el equivalente a unos 880.000 dólares en libras libanesas a 1.300 familias locales en el marco de su proyecto Apoyo por Hospedar.

Cada familia anfitriona recibe 100 dólares mensuales si alberga a entre dos y 10 personas, y 150 cuando son más de 11. También percibe otros 100 dólares mensuales para mitigar las dificultades económicas. «En términos de rentabilidad, de reducir los desplazamientos y de asegurarse que los refugiados tengan acceso a cierta normalidad, el hecho de que se hospeden en la casa de alguien parece ser la opción más válida», explica la directora de cooperación de Cosude, Heba Hage-Felder.

La Cosude estima que su proyecto permite que 10.000 familias sirias se alojaran en casa de sus vecinos libaneses. La agencia se propone llegar a 15.000 entre abril y septiembre. La oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y otras grandes organizaciones internacionales han lanzado iniciativas similares para ayudar a las familias libanesas que hospedan refugiados sirios. «Todos reconocemos la importancia de construir sobre esta tradición de hospitalidad y de hacerla sostenible», remarca Hage-Felder.

La crisis siria es un asunto que causa muchas divisiones dentro de Líbano. «El gobierno libanés no ha ofrecido ninguna ayuda y se mantiene totalmente al margen de esta enorme crisis que padecemos en la región», protesta Al-Beddawi. Pero cuando las dificultades económicas y sociales alcanzaron un nivel crítico en algunos distritos de Líbano, el gobierno lanzó el Programa de Apoyo a las Comunidades Libanesas Anfitrionas, con ayuda del PNUD. El representante residente del PNUD, Robert Watkins, resume la situación, «más que en ningún otro lugar, en Líbano, la seguridad y la subsistencia de los refugiados es inseparable de la de sus anfitriones».