Turquía: Una campaña de «fantasmas, sultanes, traductores y descaradas»

Los turcos deciden este domingo, por primera vez con sufragio directo, al que será futuro presidente del país. Y si se cumplen los pronósticos, el puesto ya tendría nombre: Recep Tayyip Erdogan. Con 60 años y primer ministro desde 2003 ha querido dar el salto a la presidencia porque no podía presentarse a un cuarto mandato. La mayoría de los sondeos le da un apoyo superior al 51%. Si fuera así ni siquiera habría una segunda vuelta. Erdogan ha hecho campaña pero tampoco ha tenido que despeinarse mucho.

Malmström y Erdogan en Turquía
Malmström y Erdogan en Turquía / Foto: CE

Sus mejores aliados son el despegue económico de Turquía, sobre todo en los primeros cinco años, con su salida de la recesión y la mejora de las infraestructuras. «Ahora –dice Erdogan- la gente no se despierta con miedo a la crisis sino con esperanza en el futuro». Intenta así quitar hierro a quienes le tachan de adoptar una deriva islamista, con medidas cada vez más conservadoras y restrictivas para las mujeres. Su último choque ha sido este viernes con una periodista turca corresponsal de «Newsweek» y «The Economist» que se atrevió a criticarle. «Es una militante disfrazada de periodista, una mujer descarada. Vuelve a tu sitio» ha sido la respuesta de Erdogan. Y es que sigue siendo el político más popular del país, pese a la gravísima crisis de gobierno del verano pasado, las denuncias de corrupción y la detención de numerosos policías.

De ahí que los dos principales partidos de la oposición hayan optado por unir sus fuerzas con un candidato de consenso y experiencia internacional pero desconocido en la calle: Ekmeledin Ihsanoglu, de 70 años. Reputado académico, ha estado diez años al frente de la Organización para la Cooperación Islámica. Durante la campaña ha suavizado su perfil religioso y ha defendido el laicismo. Ihsanoglu ha evocado hasta la saciedad el «fantasma» de una superpresidencia, en clara alusión a los deseos de Erdogan de modificar la Constitución turca para dar mucho más peso a la figura del Jefe del Estado y acaparar poder. De ahí que se haya acusado al primer ministro de querer convertirse en el nuevo «sultán» de Turquía, un apodo que curiosamente utilizan sus partidarios de forma cariñosa.

Uno de los pocos momentos en los que Erdogan ha sacado su peculiar sentido del humor ha sido cuando durante la campaña y refiriéndose a los que alababan las dotes políglotas de Ihsanoglu dijo: «¿Habla varios idiomas? ¿Es que acaso se presenta para traductor?». Mucho más virulento se ha mostrado al hablar de su antiguo aliado y ahora máximo enemigo, el clérigo Fethullah Gülen. Exiliado en Estados Unidos, se ha convertido en otro «fantasma» de la campaña porque Erdogan le ha acusado una y otra vez de querer crear un Estado paralelo con tentáculos en la policía y la judicatura.

La esperanza de los kurdos está en el tercer candidato a la presidencia, Selahattin Demirtas. Abogado de 41 años y activista de derechos humanos ha basado sus apariciones en la defensa de los oprimidos y los pobres. Tanto Ihsanoglu como Demirtas se han quejado de una «campaña injusta», con un Erdogan omnipresente en los medios públicos.

Habrá que ver si este domingo los turcos que residen en Turquía acuden a las urnas porque los de la diáspora no mostraron mucho interés y eso que era la primera vez que podían votar desde el extranjero. El país se caracteriza por una alta participación. En las municipales de marzo llegó al 89%. Pero si echamos mano otra vez de los sondeos, la abstención también beneficiaría a Erdogan, más dispuesto que nunca, según sus propias palabras «a construir una nueva Turquía» para la que quiere «una generación piadosa».