Un camino plagado de obstáculos hacia el Siglo Asiático

Desde hace un tiempo resulta evidente que estamos en pleno desplazamiento histórico del centro de gravedad de la economía mundial, del área transatlántica a lo que ahora se empieza a conocer como el Indopacífico. Este es un centro emergente de dinamismo económico y comprende lo que antes se confinaba a la región de Asia-Pacífico, aunque ahora también incluye a Asia meridional.

Shyam Saran
Shyam Saran

Esta región comprende hoy casi el 40 por ciento del producto bruto mundial, que probablemente suba al 50 por ciento o más en 2050. Su parte en el comercio mundial actual es del 30 por ciento, y va creciendo.

Este año, la región se convirtió en la mayor fuente de inversión extranjera directa, superando a la Unión Europea (UE) y a Estados Unidos. China ha sido el principal motor de esta transformación histórica, pero otras economías asiáticas también han tenido aportes importantes.

Ahora que la economía china comienza a perder velocidad, India exhibe la promesa de recuperar su trayectoria de crecimiento acelerado con un nuevo y decisivo liderazgo político. Esto le ayudará a ampliar la escala y el rumbo de este cambio. Las consecuencias geopolíticas serán profundas.

Hay que reconocer que la transformación económica de Asia, y en particular, el espectacular crecimiento de China, han sido posible gracias a un entorno económico mundial liberal, extraordinariamente prolongado, cimentado por la fe en la globalización y en los mercados abiertos.

También lo ha posibilitado la arquitectura de seguridad en la región, liderada por Estados Unidos, que mantuvo bajo control, aunque no solucionó, las persistentes fallas tectónicas políticas y los conflictos regionales sobre reclamaciones territoriales y disputas irresueltas.

Este entorno económico y de seguridad relativamente benigno y favorable corre peligro de desmoronarse precisamente en un momento en que la situación regional es cada vez más compleja y desafiante. Paradójicamente, esto es en parte una consecuencia del propio éxito de la región al alcanzar una relativa prosperidad económica.

Somos testigos de nuevas tendencias en el Indopacífico que, a menos que se manejen con prudencia y previsión, bien podrían agriar las perspectivas de un Siglo Asiático.

Una grave amenaza pende ahora sobre el régimen de comercio e inversión relativamente abierto y liberal y, en particular, sobre el acceso a los grandes mercados consumidores de Estados Unidos, la UE y Japón. Ya son visibles las tendencias proteccionistas de estas economías avanzadas mientras lidian con su prolongado estancamiento económico, que es una secuela de la crisis financiera y económica mundial de 2007 y 2008.

En lugar de la consolidación y expansión de la arquitectura económica abierta e inclusiva que hasta entonces había sido el sello distintivo de la economía regional y mundial, ahora presenciamos su constante fragmentación.

En la región del Indopacífico compiten acuerdos comerciales regionales y regímenes de inversión, sin que exista claridad sobre el entorno de una arquitectura económica nueva y emergente. Estados Unidos encabeza el Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (TPP, en inglés) que incluirá a algunas economías asiáticas, pero no a China o India.

China respondió con la propuesta de una zona de libre comercio que abarca al conjunto de miembros del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico. Esto incluirá a China y Estados Unidos, pero no a India ni a parte de las economías de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean).

La Asociación Económica Integral Regional incluiría a todos los países de la Asean más Australia, China, Corea del Sur, India, Japón y Nueva Zelanda, pero no a Estados Unidos. Y, por último, está el proceso de la Cumbre de Asia Oriental, que incluye a todos los países antes mencionados, y también a Estados Unidos y Rusia.

Por lo tanto, existe el peligro de que, en lugar de una Asia incluyente y regionalmente integrada, terminemos con agrupaciones exclusivas y en competencia, que se mueven a velocidades diferentes, con distintas normas y estándares. Esto podría socavar la base misma del dinamismo económico asiático.

También en el campo de la seguridad asistimos a un mayor número de tensiones entre los Estados y competitivas escaladas militares. La arquitectura de seguridad liderada por Estados Unidos sigue formalmente en pie, pero su predominio ha disminuido.

La brecha entre las capacidades militares de China y Estados Unidos se reduce de manera constante. A medida que la seguridad china se expanda más allá de sus costas, el cruce con la presencia de las fuerzas de Washington y sus aliados y socios será inevitable.

Frente a un entorno de seguridad cada vez más incierto y amenazados por las reivindicaciones territoriales cada vez más insistentes por parte de China, los países de la región, entre ellos Australia, Corea del Sur, India y el bloque de Asean, están reforzando sus propias defensas y, en particular, sus capacidades marítimas, lo cual de por sí está escalando la tensión.

No existe aún una arquitectura de seguridad regional emergente que pudiera ayudar a manejar las tensiones interestatales en la región. Esto incluye a las cada vez mayores posibilidades de confrontación entre China y Estados Unidos.

Ante la ausencia de este tipo de arquitectura de seguridad regional, basada en un amplio consenso político y un Código de Conducta aceptable por ambos, la región podría asistir al incremento de las tensiones, e incluso de los conflictos. Estos hechos repercutirían de forma inevitable y adversa sobre la densa red de relaciones comerciales y de inversión que vinculan a los países de la región, y erosionarían la base de su prosperidad.

En este contexto se puede mencionar la iniciativa china del Cinturón Económico de la Ruta de la Seda, que busca aplicar el excedente de capital de Beijing para construir una vasta red de conexiones de transporte y de infraestructura no solo en todo el Indopacífico, sino también a caballo entre la masa continental euroasiática. El Banco Asiático de Inversiones para la Infraestructura, de reciente creación, a iniciativa y con la dirección de China, se convertiría en un instrumento financiero clave para la iniciativa del Cinturón.

Beijing también presentó recientemente un informe oficial de defensa que propone una nueva estrategia de mares abiertos y cambia el énfasis puesto en la defensa de las costas y los mares inmediatos hacia la presencia naval en expansión, lo cual coincide con la creciente incidencia mundial china y la ubicación en todo el mundo de intereses económicos controlados por China.

Aunque la inversión de China en la infraestructura regional puede ser bienvenida, es inevitable que venga acompañada de una dimensión de seguridad que podría incrementar la ansiedad entre los países de la región asiática y más allá.

Del análisis anterior surge que ya no es posible que una gran potencia en el Indopacífico busque unilateralmente una posición desmesurada de dominio económico o preeminencia militar del tipo que Estados Unidos ha gozado durante gran parte del período posterior a la Segunda Guerra Mundial.

Así como el mundo se mueve hacia la multipolaridad, lo mismo sucede en Asia. Es la sede de un conjunto de grandes potencias con importantes capacidades e intereses económicos y de seguridad.

El único medio práctico de evitar la búsqueda unilateral y potencialmente destructiva de intereses económicos y de seguridad sería la instalación de una arquitectura económica inclusiva, sustentada en una arquitectura de seguridad también inclusiva que ofrezca tranquilidad mutua y oportunidades compartidas para promover la prosperidad.

La fragmentación económica de la región y la búsqueda competitiva de intereses de seguridad podrían hacer del Siglo Asiático un breve interludio, en lugar de ser una transformación milenaria.

Shyam Saran es exministro de Relaciones Exteriores de India, presidente del centro de investigación R.I.S. e investigador del Centro de Investigación Política,