Un centenario y 194 escenarios en 2014

Califiqué el año 2013 como un año de transición y así ha sido. Desde la caída de Lehman Brothers hace cinco años, los europeos y fundamentalmente los países del Sur hemos sufrido una crisis institucional y económica en forma de «w», y nos aferramos a las previsiones de instituciones y centros que auguran la salida, aunque sea con cautelas y tras unos elevadísimos costes de sufrimiento humano y desigualdad. Por ello, 2014 puede inaugurar un ciclo reactivo y proactivo que nos permita zafarnos de la dinámica transitoria de 2013, corregir los efectos de la Gran Recesión y reformar, ampliar y legitimar las organizaciones internacionales que rigen la esfera global.

Miguel Angel Moratinos
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Califiqué el año 2013 como un año de transición y así ha sido. Desde la caída de Lehman Brothers hace cinco años, los europeos y fundamentalmente los países del Sur hemos sufrido una crisis institucional y económica en forma de «w», y nos aferramos a las previsiones de instituciones y centros que auguran la salida, aunque sea con cautelas y tras unos elevadísimos costes de sufrimiento humano y desigualdad. Por ello, 2014 puede inaugurar un ciclo reactivo y proactivo que nos permita zafarnos de la dinámica transitoria de 2013, corregir los efectos de la Gran Recesión y reformar, ampliar y legitimar las organizaciones internacionales que rigen la esfera global. En este año deben iniciarse los trabajos del proceso de control y balance de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y su tránsito a los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2015-2030.

El centenario de la primera guerra mundial, que puso fin al primer gran período de globalización y favoreció corrientes nacionalistas y proteccionistas que culminaron en la segunda gran guerra, podría ser el momento para reflexionar sobre los límites de la globalización y trazar el rumbo de la gobernanza global en el siglo XXI, con los valores fundacionales de la comunidad internacional reforzados; es decir, con garantías contrastables. Es apremiante pensar los fundamentos de la reforma del sistema institucional internacional, aportar nuevos valores y establecer mecanismos de legitimidad y control políticos en las relaciones internacionales. Muchos estados, incluidos los desarrollados, atraviesan una fase de introspección y ensimismamiento en su política interior, donde se aprecia la reedición de viejos esquemas de desagregación entre política exterior e interior; enfoques que soslayan la interdependencia y los nuevos y viejos factores y actores que conforman la escena internacional: un mosaico de 194 escenarios. Todos ellos sacudidos por la desconfianza y la elevación de la incertidumbre global. Junto a otros hechos, el caso Snowden ha contribuido a estimular un clima político efervescente.

La puesta al día del sistema de Naciones Unidas no puede detraer energías para avanzar en la reforma del sistema de Bretton Woods y la revisión de las causas que lo propiciaron, pues éstas se han multiplicado y sofisticado en las últimas décadas, y agotan muchos esfuerzos de gestión de estructuras institucionales obsoletas. La inspiración del sistema de Bretton Woods es deseable: la economía al servicio del empleo; como lo es también que los poderes públicos controlen los mercados financieros, sus derivados y la propia creatividad financiera a través de órganos administrativos independientes y sancionadores, que devuelvan la confianza a la ciudadanía y a los inversores.

La crisis de la primera década del siglo XXI presenta muchas derivadas y la europea es un desafío para aquellos que pensamos que una Europa política reforzará nuestra relevancia y presencia en la comunidad internacional. Considero que la acción política puede equilibrar y favorecer también la vigorosidad de la recuperación. Los líderes europeos de la izquierda deben presentar un proyecto político de alcance que estimule la participación y el empoderamiento de la ciudadanía; un modelo que presente alternativas innovadoras y razonables para gestionar los procesos de globalización que nos afectan, al tiempo que corrija las tensiones identitarias y sectarias de muchas democracias europeas, algo difícil de entender por nuestro acerbo jurídico, social e histórico.

En el año 2014 Europa tiene una cita con su futuro porque debemos votar por más unión y ampliar las instituciones para avanzar en un sistema de democracias orientadas al desarrollo sostenible y la creación de valor. La armonización financiera, fiscal y laboral de la Eurozona es un futurible y, probablemente, un objetivo deseable, como también lo es una mayor capacidad de legitimación, responsabilidad política y transparencia de los representantes institucionales y de sus decisiones, o implementar el mandato del Banco Central Europeo para que se ocupe no sólo de la inflación sino también de las políticas de empleo, por citar algunas de las cuestiones que ya se vislumbran en el debate político y podrán determinar el voto el próximo mes de mayo. Para que la cita electoral de esta primavera sea un éxito europeísta debemos reducir la desafección política y a ello deben dedicar muchos esfuerzos los partidos políticos, los Estados miembros de la UE y la Comisión saliente. Europa puede y debe avanzar en la construcción política de un modelo social de mercado y, para ello, es muy necesaria la coordinación política e institucional y, sobre todo, establecer más controles democráticos como corresponde a la unión de democracias que recogen los Tratados.

Es razonable que la UE y su política de vecindad acerquen posiciones con Rusia, Ucrania y Turquía, y que se siga muy de cerca el ritmo y la evolución de la Primavera Árabe (elecciones en Egipto, reconstrucción libia, evolución tunecina...) y de los conflictos de Oriente Medio. Aquí hay que celebrar las conversaciones de Ginebra I y II, así como el lento deshielo de las relaciones entre Estados Unidos e Irán. Este debería ser el año de la paz entre palestinos e israelíes y espero que fructifiquen los esfuerzos del Secretario de Estado norteamericano, John Kerry. Todos deberíamos centrarnos en este objetivo y que Palestina ingrese como miembro de pleno derecho en Naciones Unidas como el país número 194. Mientras que la paz debe ser el objetivo prioritario e irrenunciable de Oriente Medio, los Estados del Golfo continúan con la reflexión sobre su futuro y el África Subsahariana mantiene una evolución sostenida, salvo por la lacra de los conflictos bélicos y étnicos. África está comprometida con la preservación del recuerdo y el legado del recientemente fallecido Nelson Mandela, que animará el avance político, social y económico posible y deseable para los Estados africanos en 2014.

En Asia, Japón inundó los mercados de yenes e inició el camino de la recuperación económica y el abandono de la deflación bajo el impacto de Fukushima, mientras que la Asamblea Nacional Popular eligió como nuevo Presidente de la República Popular China a Xi Jinping, en marzo de 2013, sobre quien recae la tarea de estimular la demanda interna y, previsiblemente, reorientar la estrategia de política exterior del gigante asiático más allá de la región.

El año 2013 ha sido muy intenso para América Latina, la muerte de Hugo Chávez y la elección de Nicolás Maduro en Venezuela, la reelección de Rafael Correa en Ecuador y la vuelta a la Presidencia de Chile de Michelle Bachelet, han sido acontecimientos de gran relevancia, como también lo han sido el proceso de paz abierto en Colombia o las reformas iniciadas en México. Entre los hechos más destacados está la declaración del Secretario de Estado estadounidense, John Kerry, en la Organización de Estados Americanos (OEA), donde se comprometió a poner punto y final a la Doctrina Monroe. Los procesos electorales en América Latina han iniciado un nuevo ciclo y en los dos próximos años tendrán elecciones presidenciales 7 Estados. Todas ellas vendrán marcadas por los desafíos regionales y nacionales de gobernabilidad, y por la promoción de la igualdad y, sobre todo, por las necesidades de formación de la ciudadanía y la seguridad ciudadana, así como por la diversificación de las exportaciones.

La descripción del escenario español, según las previsiones del Fondo Monetario Internacional y de la OCDE, es poco halagüeña. Previsiblemente, España necesitará al menos un quinquenio para volver a los niveles de actividad previos a la crisis y nuestra brecha en la UE crece como también lo hace la desigualdad. El número de parados se aproxima a los 6 millones, más del 26% de la población activa, lo que nos sitúa, junto a Grecia, a la cabeza de Europa en desempleo y soportamos niveles superiores a la Gran Depresión americana. El deterioro de las condiciones de vida de los ciudadanos alcanza también a los que aún mantienen su trabajo, porque los salarios han decrecido un 7% en los últimos tres años y el PIB real por habitante nos retrotrae a niveles de hace una década. Desafortunadamente, los temas centrales de la actualidad política española seguirán siendo en 2014 el desempleo y la salida de la crisis, la corrupción, el deterioro institucional, la pérdida de influencia en el mundo y la cuestión catalana y vasca. En el escenario nacional, el PSOE no debe retrasar aún más los procesos de primarias así como la búsqueda de nuevos liderazgos para salir reforzado electoralmente e impulsar una nueva narrativa socialdemócrata en estos comienzos del siglo XXI.

Si el año 2013 lo califiqué hace meses como de desconcierto y continuidad, los deseos para 2014 no pueden ser otros que el de poner freno al hambre y la desigualdad, reforzar las democracias y el proyecto político europeo, y que España busque vías de solución al marasmo interior que agudiza su ensimismamiento y recupere la ilusión y su lugar en Europa y el mundo.

web Miguel Ángel Moratinos

;@Miguel Ángel Moratinos 2014