Washington y la ONU mantienen diálogo de sordos por Siria

Dieciocho meses después de que el gobierno de George W. Bush lanzara la guerra contra Iraq, en marzo de 2003, el entonces secretario general de la ONU, Kofi Annan, calificó la invasión de «ilegal» y «violación a la Carta» del foro mundial, pues Washington no tenía autorización del Consejo de Seguridad. Annan pagó un alto precio por esas palabras.

Consejo de Seguridad de la ONU
Consejo de Seguridad de la ONU / jFoto: Bomoon Lee (IPS)

Dieciocho meses después de que el gobierno de George W. Bush lanzara la guerra contra Iraq, en marzo de 2003, el entonces secretario general de la ONU, Kofi Annan, calificó la invasión de «ilegal» y «violación a la Carta» del foro mundial, pues Washington no tenía autorización del Consejo de Seguridad.

Annan pagó un alto precio por esas palabras, recordó James A. Paul, que lleva 19 años observando a la ONU (Organización de las Naciones Unidas) como director del Global Policy Forum, con sede en Nueva York. El gobierno de Bush (2001-2009) montó en tal cólera que puso a Annan bajo intenso ataque. Prácticamente todo su equipo de colaboradores se vio forzado a renunciar por presiones de Washington, explica Paul.

¿Podría el actual secretario general Ban Ki-moon seguir los pasos de Annan, si Estados Unidos ataca Siria sin la luz verde del Consejo de Seguridad de la ONU? La respuesta de Paul es categórica: «Aunque se pisotee buena parte del derecho internacional, podemos esperar que Ban actúe con cautela y no diga nada sustantivo». «Esa es su inclinación natural. Pero, además, seguramente mire hacia atrás y recuerde lo que le pasó a su antecesor».

Washington busca justificaciones para atacar Siria y revisa intervenciones pasadas para reciclar argumentos.

Mientras el gobierno de Barack Obama ya está haciendo sonar los tambores de guerra, se especula si Estados Unidos intentará saltarse el Consejo de Seguridad, pues cualquier resolución invocando el capítulo 7 de la Carta de la ONU, que autoriza acciones militares, contaría con el veto de Rusia y posiblemente también el de China.

Gran Bretaña ha puesto en circulación un proyecto de resolución sobre Siria, cuyo gobierno está acusado de lanzar el pasado 21 de agosto un presunto ataque químico contra población civil. Pero el borrador puede morir de muerte natural antes de que el Consejo se reúna formalmente o terminar derrotado por un veto. Rusia, que sigue prestando apoyo al sitiado presidente sirio Bashar al Assad, ya ha usado el veto en tres ocasiones, junto con China, para impedir sanciones contra Damasco.

La ONU como tal también parece en rumbo de colisión con Estados Unidos, que ya declaró que Siria usó armas químicas, pasando por encima de un equipo de inspectores del foro mundial que están en territorio sirio intentando determinar qué pasó.En una conferencia de prensa en el Palacio de la Paz, en La Haya, Ban dijo que el empleo de armamento químico por parte de quien sea, por las razones que sean y bajo cualquier circunstancia, constituye una violación atroz del derecho internacional.

Pero es esencial establecer los hechos, indicó Ban, distanciándose de Estados Unidos. «Un equipo de investigación de la ONU está ahora en el terreno haciendo precisamente eso», explicó el máximo responsable de la organización internacional.

Apenas unos días después del presunto ataque, el equipo recogió muestras valiosas y entrevistó a víctimas y testigos. Pero necesita tiempo para realizar su trabajo, explicó Ban. Este petición aparece en medio de informes de que Washington ya ha solicitado al secretario general que retire a su misión de inspectores.

El ataque químico y los debates en torno del Consejo de Seguridad recuerdan episodios anteriores en los que Washington buscó respaldo para sus guerras, añade Paul. «¿Quién puede olvidar la presentación sobre Iraq del entonces secretario de Estado, Colin Powell, el 5 de febrero de 2003, plagado de falsedades y sobre el que más tarde se manifestó arrepentido?».

El jefe de la misión de inspección de la ONU en Iraq de esa época, Hans Blix, se ha referido con elocuencia al apuro por iniciar la guerra contra Siria. En referencia a cómo Washington y Londres se adelantaron al proceso de inspección, Blix advirtió que «esta vez no podemos confiar en los pronunciamientos interesados de Estados poderosos; los hechos deben considerarse de manera desapasionada». Estados Unidos no es la policía del mundo, añadió.

En La Haya, Ban exhortó de forma implícita a una acción contra Siria adoptada por el Consejo de Seguridad, y no en forma unilateral. «Respetemos la Carta de la ONU», dijo, y sostiene que se necesita perseverar en todos los caminos que lleven a las partes a la mesa de negociación. El enviado de la ONU y de la Liga Árabe, Lakhdar Brahimi, prosigue su tarea, indicó. Pero, por encima de todo, el Consejo de Seguridad debe honrar sus responsabilidades morales y políticas establecidas en la Carta, insistió.

En una comparecencia ante periodistas en Ginebra, Brahimi fue más categórico. «El derecho internacional establece que la acción militar debe tomarse por decisión del Consejo de Seguridad. ¿Qué pasará luego? No lo sé», dijo. Brahimi atenuó sus comentarios al aseverar que «el presidente Obama y el gobierno estadounidense no son conocidos por su gatillo fácil».

Para Paul, la situación siria bajo las normas internacionales es clara. La Carta de la ONU autoriza solo dos tipos de intervención militar contra un Estado: en defensa propia ante un ataque y en respuesta a una resolución del Consejo de Seguridad. Ninguna de las dos se aplica en este caso, porque una resolución, si fuera propuesta, resultaría vetada, recuerda.

Por tanto, Washington está en búsqueda de otras justificaciones y revisa intervenciones pasadas para reciclar argumentos. Uno de esos argumentos se refiere a la política moral y a la «guerra justa», que promovió el ex primer ministro británico Tony Blair (1997-2007) en el famoso discurso que pronunció en 1999 en Chicago, defendiendo los bombardeos contra Yugoslavia, entonces en guerra con su provincia autónoma de Kosovo. Este peligroso enfoque habilita a países poderosos a atacar a otros sobre la base de supuestos juicios morales, «juicios que, sabemos, están siempre originados en sus propios intereses», señala el director del Global Policy Forum, James A. Paul.

Otra línea argumental, menos atractiva, indica que la acción militar es ilegal pero legítima. La pergeñaron, luego de la guerra de Kosovo, un grupo de juristas, pero acabó considerada peligrosamente vaga y subjetiva.

Un tercer razonamiento, que parece ahora más efímero, tañe la cuerda de la «responsabilidad de proteger»: si los Estados fallan en la protección de sus ciudadanos, la comunidad internacional debe actuar. También aquí el terreno es resbaladizo, observa Paul. La responsabilidad de proteger, articulada en 2005, es confusa y no justifica actuar sin autorización de la ONU.

Así que Washington está en una posición embarazosa, agravada por el rechazo de la Liga Árabe a proporcionar una justificación regional para la acción militar, argumenta Paul. Toda discusión sobre la parálisis del Consejo de Seguridad ignora la cuestión del veto que, usado como amenaza, bloquea las acciones del órgano casi a diario y es intensamente blandido tanto por Estados Unidos, como por los demás miembros permanentes (China, Francia, Gran Bretaña y Rusia). «Más bombas no resolverán los problemas de Siria, ni pondrá en marcha un gobierno nuevo y más responsable. Solamente prolongará la matanza», declara Paul.