Los versos de Günter Grass agitan el avispero nuclear

El poema del premio Nobel alemán Günter Grass, en el que acusa a Israel de poner en peligro la paz mundial con su arsenal atómico, ha removido sentimientos y opiniones en todo el mundo. Este viernes se reanudan en Estambul las conversaciones entre Irán y la comunidad internacional sobre el controvertido programa nuclear iraní. Todas las sensibilidades estarán a flor de piel.

El escritor firmando libros
Günter Grass

JERUSALÉN,(IPS) - Si algo ha conseguido la crítica en forma de versos del aclamado escritor alemán Günter Grass a la amenaza militar de Israel contra Irán ha sido echar un poco de agua limpia a la política nuclear israelí y al apoyo tácito que le presta Alemania. Claro, también despertó las iras israelíes.

El poema de 66 versos titulado «Was gesagt werden muss» (Lo que debe decirse) señala que el arsenal atómico no reconocido de Israel y sus amenazas de atacar instalaciones nucleares iraníes ponen en riesgo la ya frágil paz en el mundo.

El texto ha despertado iras y controversias en Israel, que este lunes declaró al novelista y ensayista persona non grata.

En el poema publicado en la portada de la sección cultural del periódico Süddeutsche Zeitung, de Munich, el escritor galardonado con el premio Nobel de Literatura en 1999, se pregunta: «¿Por qué solo ahora lo digo/envejecido y con mi última tinta/Israel, potencia nuclear, pone en peligro/una paz mundial ya de por sí quebradiza?/Porque hay que decir/lo que mañana podría ser demasiado tarde».

Con un tono que recuerda las profecías trágicas de Casandra, Grass se lamenta: «¿Por qué guardo silencio demasiado tiempo/sobre lo que es evidente y se utiliza/en juegos de guerra en cuyo final, los sobrevivientes/solo acabaremos como notas a pie de página?. /¿Es el supuesto derecho a un ataque preventivo/el que podría exterminar al pueblo iraní, /subyugado y conducido al júbilo organizado/por un fanfarrón?».

Israel no suscribió el Tratado de No Proliferación Nuclear, y ha mantenido un velo de calculada ambigüedad sobre su propio arsenal atómico, declarando apenas que no sería el primer país en introducir este tipo de armas en Oriente Medio. En cierta forma, Irán ha emulado esa política de escamoteo de la verdad.

El viernes 6, una semana antes de las conversaciones previstas entre el grupo P5+1 (China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Rusia y Alemania) con la República Islámica, un legislador iraní declaró: «Irán posee la capacidad científica y tecnológica para producir el arma nuclear, pero nunca elegirá ese camino».

La declaración de Gholamreza Mesbahi-Moghadam se convirtió en el primer reconocimiento público sobre la capacidad nuclear iraní. Sus comentarios fueron publicados en el sitio de Internet del parlamento, antes de la conmemoración del Día Nacional de la Tecnología Nuclear.

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, intentó hace poco descubrir las verdaderas intenciones iraníes. Según el periódico The Washington Post, el mandatario envió un mensaje al líder supremo iraní, el ayatolá Ali Jamenei, a través del primer ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, en el que asegura que Washington aceptará que Teherán desarrolle un programa nuclear civil si puede probar que no está fabricando armamento.

Israel ha amenazado con atacar las instalaciones nucleares iraníes de forma unilateral, si, pese a las estrictas sanciones impuestas a la República Islámica, no abandona su programa atómico.

La política nuclear iraní se considera en algunos círculos israelíes como una amenaza existencial a la luz de las nada líricas diatribas antisionistas del presidente Mahmoud Ahmadineyad (el «fanfarrón» mencionado por Grass), quien prometió aniquilar a Israel y negó la existencia del holocausto judío en el que seis millones de personas fueron asesinadas por el régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

En referencia a los «libelos de sangre» antisemitas -una tradición que data de la Europa medieval de acusar falsamente a los judíos de cometer crímenes contra niños indefensos en rituales religiosos como la Pascua judía que comenzó el viernes 6-, un diplomático israelí en Berlín se sirvió del formato del poema de Grass para retrucarle.

«Lo que debe decirse es que/es tradición europea acusar a los judíos, antes de la festividad de Pascua, de asesinato ritual», escribió Emmanuel Nachshon en el sitio de Internet de la embajada de Israel en Alemania. «No estamos dispuestos a asumir el papel que nos ha asignado Grass/en los intentos del pueblo alemán de reconciliarse con el pasado».

Grass también cuestionó en su poema a Alemania: «Va a entregar a Israel otro submarino cuya especialidad/es dirigir ojivas aniquiladoras».

El escritor alemán señaló que sus versos pretendían ser una alerta contra la política del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, acusado en su propio país de hacer un uso barato del holocausto con sus constantes comparaciones entre Irán y la Alemania nazi.

Netanyahu usó su habitual contundencia para cuestionar la «vergonzosa equivalencia moral entre Israel e Irán» de Grass. «Es Irán, no Israel, el que amenaza la paz y la seguridad mundial. Es Irán, no Israel, el que amenaza con aniquilar a otros estados», declaró.

En un ataque más personal, Netanyahu acusó a Grass de disimular (»durante seis décadas») su pasado como miembro de las SS, un grupo armado de elite del régimen nazi en el que participó durante unos meses, en 1945, cuando tenía 17 años. «En su caso, quizá no sorprenda que critique al único estado judío como la mayor amenaza a la paz mundial y que se oponga a darle a Israel los medios para defenderse», añadió.

Grass fue aclamado como la conciencia moral de la Alemania de posguerra tras la publicación de «El tambor de hojalata», en 1959, novela que describe el surgimiento del nazismo en su ciudad natal, Danzig.

Pero en su autobiografía, «Pelando la cebolla», publicada en español en 2007, el escritor confiesa con dolor que en su juventud se unió a la fuerza armada del partido nazi, a fines de la Segunda Guerra Mundial. Repentinamente, Grass pasó a personificar a una Alemania culpabilizada y atormentada por el malestar consigo misma.

En un artículo de opinión publicado por el periódico israelí Haaretz y titulado «La ceguera moral de Günter Grass», el columnista Anshel Pfeffer sostiene que «su pertenencia a una organización que planificó y llevó a cabo el sistemático genocidio de millones de judíos, lo descalifica para criticar a los descendientes de aquellas víctimas por desarrollar un arma de último recurso que es su seguro contra quien intenta terminar el trabajo que comenzó su organización».

«El veredicto de 'antisemitismo' llega fácilmente», dice Grass, preventivamente, en uno de sus versos.

La incómoda crítica de Grass puede interpretarse, según el historiador israelí Tom Segev, como enraizada en su propia culpa, como si el poeta de 84 años deseara que el pueblo judío lo acusara de antisemitismo para expiar su problemática juventud.

Segev es el autor de «The Seventh Million: The Israelis and the Holocaust» (El séptimo millón: los israelíes y el holocausto), un libro sobre el decisivo impacto del holocausto en la identidad, la ideología y la política de Israel.

«Puede relajarse, señor Grass. Concibió un poema bastante patético, pero no es antisemita. Ni siquiera es antiisraelí», bromeó Segev. «Dice que lo escribió con su 'última tinta'. Esperemos que le quede bastante para otra hermosa novela», añade.