¿Qué ha hecho la UE por mí esta semana?

Yo, europeísta convencido, he buscado argumentos para no distraer mis convicciones y he querido reafirmarme averiguando qué ha hecho la UE por mí esta semana. Ha sido descorazonador.

Muy posiblemente, cualquier político o analista me daría mil argumentos para confirmar que la UE está volcada en salvar al euro y, por tanto, a mí mismo; que ha estrechado lazos y abierto mercados con América Latina que me beneficiarán en el futuro y hasta se ha preocupado porque no me vendan trozos de filetes pegados como si fueran uno auténtico. No sé yo.

Imagen: ecologiablog

Este 2010 me había propuesto enarbolar la bandera del europeísmo. Yo, ciudadano agobiado, quise ver en la Unión Europea un motivo para reconciliarme con el mundo, con las certezas olvidadas de la solidaridad, la buena organización política, la defensa del bienestar de la ciudadanía.

Yo, ciudadano ingenuo, me creí que el Tratado de Lisboa, que me resultó imposible comprender, iba a ser, como decían, la panacea para conseguir una nueva Europa de los valores, de los derechos, de futuro. Pero pasan los meses, escucho y leo proyectos, promesas y objetivos y resulta que todos se cumplirán cuando ya sea completamente calvo o después.

Pero yo, ciudadano optimista, no me he dejado caer en el abatimiento y he hecho una reflexión más concreta. He tirado de hemeroteca para ser riguroso y fiel y he rebuscado en la letra pequeña qué ha hecho por mí la UE esta semana. O mi visión de la política es miope como yo mismo o ha hecho poco.

Cierto es que los titulares son confusos pero yo, ciudadano informado, no he atinado a entender si el euro sigue en peligro, si ya hemos puesto freno a los especuladores, si los vaivenes de la bolsa me deben importar o no, si las medidas ya adoptadas son el escudo que se necesita para el futuro, etc. Yo, ciudadano común, he entendido que la canciller alemana, Ángela Merkel, va por libre y manda, y el resto obedece. Que los Estados, en contra de lo que me dijeron, tienen cada vez más poder y cada vez menos las instituciones comunitarias que ellos mismos crearon.

Yo, ciudadano del mundo, tenía expectativas en las cumbres megapromocionadas por la presidencia española de la UE. Esta vez se cambiaron los papeles, la retórica la puso Europa con su mensaje de hermanamiento mientras el hermano latinoamericano vino a Madrid a cantar las cuarenta a más de uno. Eso me gustó, aunque luego analizándolo bien, no sé si la consecuencia es que, como dicen los franceses, nos inunden de productos agrícolas y haya que cerrar aquí todavía más chiringuitos.

También quería yo hermanarme con los vecinos del Mediterráneo sur, pero me voy a tener que esperar hasta noviembre porque ahora la Cumbre de la Unión por el Mediterráneo se ha quedado con un palacio, un secretariado, mucho boato y dos o tres palmos de narices. No se ha explicado bien el fracaso, pero parece que la mediación española no ha servido para que árabes e israelíes se sienten ante el mismo cuscús.

Pero todo esto son grandes acontecimientos de la política internacional que a mí, ciudadano de base, me superan. De modo que me fui a cosas menores, pero no menos importantes. Se ha puesto una multa a las empresas informáticas por concertar precios, pero se les ha rebajado la multa porque ellos mismos se denuncian; se ha decidido investigar a Google porque nos espía con su sistema Street View, pero lo hacen las agencias nacionales porque la UE parece que ahí no pincha; se ha decidido aprovechar los biorresiduos, lo cual me parece muy bien, pero no me han dicho ni cómo ni cuándo; y han anunciado que los fondos FEDER se ocuparán de que los gitanos tengan mejores viviendas, lo cual me parece muy bien, pero yo soy payo. La aportación del Parlamento europeo es que no me vendan trozos de filetes pegados como si fuera uno de verdad. Ni sabía que lo que comía eran restos. Yo pago como si fuera entero.

En fin, yo, ciudadano privilegiado, puedo pagar un filete. Los funcionarios y los pensionistas de media Europa lo tienen más difícil. Nos han dicho a todos que, por nuestro bien, hay que cumplir el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. ¿Nos lo creemos?. Simón Marius para euroXpress