La ayuda humanitaria debe ser más efectiva. España ocupa el lugar 15

España ocupa el puesto 15, en una lista de 19 países en el Índice de Respuesta Humanitaria, de la organización DARA. Según el informe de este año la ayuda española aunque está bien dirigida a atender las necesidades, muestra algunas debilidades en la escasa financiación a ONG y poca capacidad y experiencia. El informe analiza la actuación de la ayuda internacional en las últimas catástrofes naturales y humanitarias que han sacudido al mundo.

Mujeres llenan las vasijas de agua
Refugiadas somalíes en el campo de Kharez (Yemen)/Foto:CE

GINEBRA, (IPS) - El número de personas en todo el mundo que necesita asistencia humanitaria directa va en aumento, pero la tarea de los donantes internacionales no parece ser efectiva.

Un informe publicado por la Fundación DARA Internacional sobre la efectividad de la ayuda subraya algunos de los obstáculos que esta afronta para poder llegar a los destinatarios, como la insuficiente consideración de las necesidades de las mujeres, la politización de los programas y la falta de proyección a largo plazo. «Si los donantes quieren asegurar que el dinero llegue a las personas, deben analizar las diferentes necesidades de los hombres y las mujeres», nos dijo el coordinador del Índice de Respuesta Humanitaria 2011 de DARA, Philip Tamminga.

Por ejemplo, después de las inundaciones de 2010 en Pakistán, las agencias humanitarias distribuyeron botiquines de higiene inadecuados para las mujeres y no tuvieron en consideración las normas culturales locales. Además, gran parte de la violencia de género registrada en las tiendas de campaña instaladas en Puerto Príncipe tras el terremoto que azotó Haití el 12 de enero de 2010 podría haberse evitado si se hubiera considerado la seguridad de las mujeres a la hora de construir las instalaciones higiénicas y de saneamiento.

Tamminga dice creer que gran parte de la ineficiencia está directamente vinculada con la falta de preparación para afrontar desastres naturales y conflictos armados. «En años previos, cuatro huracanes azotaron Haití», dijo. «Si los donantes se hubieran concentrado entonces en la prevención, las autoridades haitianas habrían respondido mejor al terremoto de 2010, y los donantes habrían aplicado las lecciones aprendidas allí en los (posteriores) seismos de Pakistán, Irán y Turquía», indicó. «Los donantes deben asegurarse de que la etapa de recuperación tenga en consideración soluciones a largo plazo», agregó.

En la mayoría de los grandes desastres, los donantes y las organizaciones humanitarias trabajan juntos para brindar refugios de emergencia durante el periodo de espera a una vivienda permanente. Sin embargo, en Haití no hubo ninguna estrategia de vivienda a largo plazo después del terremoto. Como consecuencia, cuando llegó el último huracán, decenas de personas todavía se encontraban en refugios temporales extremadamente vulnerables a los vientos.

Otro ejemplo de las graves consecuencias de la insuficiente preparación es la actual crisis alimentaria en el Cuerno de África. Aunque toda la comunidad internacional sabía que una severa hambruna se avecinaba en la región, los gobiernos donantes no incrementaron su financiación, lo que derivó en una tragedia de más de 100.000 muertes que se habrían podido prevenir. «No hay evidencia de que los gobiernos donantes estén cambiando su actitud en la transición de la ayuda de emergencia a la preparación de reducción de riesgos. La emergencia y el desarrollo a largo plazo aún son considerados programas separados», señaló Tamminga.

La situación se agrava con una creciente politización de la asistencia. «Cuando los donantes o los gobiernos comienzan a aplicar consideraciones políticas sobre a quién, cómo y cuándo se distribuye la ayuda, la situación se vuelve muy «precaria, subrayó el coordinador del Índice. «Hemos visto esto en casos como Palestina, Somalia, Sudán o Colombia».

El ejemplo más reciente es Siria, donde el régimen no reconoce la crisis humanitaria en su territorio y se niega a actuar de acuerdo con las Convenciones de Ginebra, que claramente establecen que poblaciones cercadas en cualquier parte de un conflicto tienen derecho a ayuda humanitaria. «Nos preocupa cuando los gobiernos donantes comienzan a imponer su agenda y le dicen a las organizaciones humanitarias dónde pueden trabajar», señaló Tamminga.

«En Somalia hay serias restricciones. (El grupo islamista) Al Shabaab tiene una grave responsabilidad por eso», indicó, aunque añadió que países como Estados Unidos, Canadá y algunos de Europa, atados a legislaciones antiterroristas, también tienen su parte de cuota. «Prohíben a las organizaciones humanitarias trabajar o tener contacto con los calificados como 'terroristas'. Sin embargo, los grupos humanitarios son neutrales, imparciales e independientes, y se les debe permitir trabajar con todas las partes», agregó.

En 2011, solo se aportó el 62 por ciento de los 8.900 millones dólares que pidió la Organización de las Naciones Unidas para ayudar a 50 millones de personas en crisis, lo que causó profundas brechas en la respuesta humanitaria.

El Índice estudió a 19 de los mayores donantes, y calificó a Noruega, Dinamarca, Suecia, Irlanda y Holanda como los «mejores». España está en el 15, Estados Unidos en el 17, e Italia en el último.

Mientras los donantes tradicionales todavía aportan el 85 por ciento de la ayuda global, el 40 por ciento de los fondos canalizados a tareas de rescate en Haití provinieron de fuentes privadas y nuevos gobiernos donantes, como Brasil, Cuba y Venezuela. «Queremos estimular buenas prácticas con estos nuevos donantes», dice Tamminga . Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Yemen, por ejemplo, «se vuelven más conscientes de los estándares internacionales».

El coordinador del Índice subrayó la importancia de que nuevos y viejos actores trabajen juntos aprendiendo mutuamente sobre las normas culturales y las necesidades de poblaciones específicas.

El sector privado también tiene mucho que ofrecer en términos de innovación, respuestas rápidas y uso de la infraestructura y las redes existentes. En Haití, por ejemplo, los teléfonos móviles fueron una herramienta útil para difundir mensajes sobre prevención del cólera cuando estalló un brote tras el terremoto. «Si el sector privado entiende los principios humanitarios y las buenas prácticas, como las normas para la donación de medicamentos, que prohíben enviar fármacos que están cerca de caducar, pueden contribuir de una forma apropiada y efectiva a la ayuda», dijo Tamminga.