Cuando los inversores ponen en jaque a los Estados

España tiene que pagar en julio 25.000 millones por intereses de la deuda

Hace unos años nos hablaban de la prima de riesgo, del interés marginal de nuestras emisiones de deuda o de la diferencia del bono español respecto al alemán y nos poníamos las manos a la cabeza. Muchos, o no entendíamos nada de los que nos contaban o nos parecía todo tan lejano que no merecía la pena prestarle atención porque no formaba parte de nuestro día a día.

Ahora sí. La crisis ha puesto de manifiesto que el estado de ánimo de los inversores, lo que piensan sobre la evolución de una economía, determina que nos presten dinero y que los Estados puedan funcionar con normalidad. Y si no, que se lo digan a la Unión Europea: todas las decisiones y declaraciones en el terreno económico buscan la complicidad de los inversores para que presten dinero sin imponer unas exigencias tan altas que a duras penas se puedan cumplir.

Cuando un Estado gasta más de lo que ingresa necesita dinero para cubrir esa diferencia y seguir prestando servicios a sus ciudadanos con normalidad. Pide dinero fuera, y como si de solicitar un crédito a un banco de tratara, dice a los inversores que si le dejan mil euros, el Estado les va a devolver más en unos años, por ejemplo mil cien. Lo hace con las emisiones de deuda, a través de las subastas de bonos del estado. Todos tienen un interés. Si el cliente es buen pagador o tiene un buen sueldo, el banco, en este caso los inversores, estarán tranquilos. Si no, les pedirán más dinero porque se arriesgan a que el dinero no se devuelva.

A Grecia le pasó algo así: la situación de sus cuentas era mala y el Estado griego no podía asumir el interés tan elevado que le pedían los inversores para prestarle su dinero. Tampoco tenía recursos para afrontar los vencimientos de emisiones de deuda anteriores. Sus socios tuvieron que arrimar el hombro. En España los tipos de interés de los bonos han llegado en las últimas semanas a cifras récord. Los inversores pedían al Estado que por cada bono comprado se les devolviera mucho más dinero que en el caso de países como Alemania: la diferencia con el bono de este país crecía. Conseguir dinero para reducir el déficit era y es más caro. Y si el grifo no se abre, si no llega dinero al Estado, se divisa un abismo de colapso financiero que podría tener un efecto dominó en Europa.

Lo que queda por ver...

Cualquier rumor sobre el estado de una economía puede hacer que los inversores confíen menos en ella. A España le ha pasado en las últimas semanas. Tanto, que la Unión Europea se ha esforzado en dementirlos todos y en hacer un ejercicio de transparencia. Hará públicos, por ejemplo, los resultados de los pruebas de solvencia realizadas a los bancos europeos, para demostrar que el sistema financiero español es fuerte y que se puede confiar en él. Además, Bruselas ha subrayado que no hará falta poner en marcha un plan de rescate para la economía española.

El mes de julio es crucial para España. El Tesoro debe hacer frente a vencimientos de deuda -dinero que se le ha prestado en los años y meses anteriores y que debe devolver- por valor de casi 25.000 millones de euros. Si el pago se realiza con normalidad es de esperar que los inversores se tranquilicen. Y si no hay más malas noticias para la economía española, el Tesoro Público volverá al mercado a captar recursos con la esperanza de que el interés exigido se vuelva a rebajar poco a poco.

De momento, todas las miradas están puestas en los mercados. Países como España, Portugal, Grecia o Irlanda estáne especialmente atentos a sus reacciones. La Unión Europea quiere ganarse a los inversores y exige a los Estados que reduzcan su déficit, saneen sus cuentas y hagan reformas para demostrar que sus economías están sanas y que van a crecer en un futuro no muy lejano. Es la apuesta de futuro: actuar para evitar el jaque de los inversores. Ahora habrá que despejar la incógnita de si los ajustes que plantean los estados europeos para contentarlos son un obstáculo o no para la recuperación y el crecimiento a corto plazo. Marc Campdelacreu para euroXpress