El G-8 premia a las «primaveras árabes»

Los países más ricos del planeta se disponen a otorgar una ayuda multimillonaria a los nuevos regímenes de Egipto y Túnez, surgidos de las revueltas populares, y a castigar a aquellos otros que reprimen las manifestaciones pacíficas y se resisten a las reformas democráticas.

Este viernes posiblemente se darán datos concretos. Hasta ahora hay un baile de cifras de muchos ceros para apoyar los procesos de transición. Los líderes de Francia, Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Italia, Japón, Canadá y Rusia, reunidos en la ciudad francesa de Deauville, discutirán sobre la crisis económica, la seguridad nuclear y la regulación de internet. De momento, preparan su plan Marshall para las democracias árabes.

Obama, Sarkozy y Medvedev en la cumbre del G-8
Obama, Sarkozy y Medvedev en la cumbre del G-8/ Foto:G-8

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, trae a la cumbre un ambicioso plan de ayuda política y económica, que podría cifrarse en 2.000 millones de dólares, mediante condonación de deuda y garantías de crédito, a cambio de que los países árabes reformen sus obsoletas economías y favorezcan los intercambios comerciales.

Ya habló de esto el miércoles con el primer ministro británico, David Cameron, en Londres y Reino Unido ya ha adelantado que pone sobre la mesa 127 millones de euros para apoyar las reformas en los países árabes que han empezado la transición democrática.

Este viernes estarán en Deauville los primeros ministros de Egipto y Túnez, dispuestos a pedir y recibir. El primer ministro egipcio, Essan Charaf, tras entrevistarse con su colega francés, François Fillon, ha dicho: «sé que hay verdaderas ganas de ayudad a Egipto, porque necesitamos a los países del G8 y también el G8 necesita a Egipto porque es un país crucial en la región». El Cairo pide unos 10.000 millones de dólares de aquí a mediados de 2012. Túnez, 25.000 millones en cinco años.

La cara opuesta está en Libia, Siria y Yemen, donde las revueltas populares han acabado en un baño de sangre. Los líderes del G-8 acentúan la presión sobre estos regímenes, pero hay niveles.

La guerra de Libia se estanca y las primeras potencias mundiales van a insistir en que Gadafi detenga la violencia y busque una solución política. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, ha dejado abierto «a discusión» la posibilidad de que el líder libio salga del país si sus tropas dejan de acosar a los rebeldes. Un portavoz del presidente ruso, Dmitri Medvedev, ha declarado que algunos de los países que asisten a la cumbre le han pedido que medie ante Gadafi para poner fin al conflicto, aunque no se sabe la respuesta rusa.

Siria es un asunto más complicado. El progresivo y cauto endurecimiento de sanciones occidentales no está dando resultados y el G-8 , de momento, se mantiene en el terreno de las condenas. En el proyecto de declaración de la cumbre se hace un llamamiento al presidente sirio, Bashar el Asad, para que «deje de usar la fuerza y la intimidación contra el pueblo sirio y entable un diálogo y reformas fundamentales». Rusia se opone a una declaración de la ONU para condenar la represión en Siria.

La posición de los 8 países más ricos del mundo sobre Yemen también es contundente, pero solo en las formas. El actual régimen yemení ha sido un importante socio de Estados Unidos en su lucha contra Al Qaeda.

La UE, como tal, asiste a la cumbre como miembro de pleno derecho y busca su papel en las decisiones de los grandes. En Deauville está el presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, y el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, quien ha declarado que «la Unión Europea acude a Deauville para abogar por el establecimiento de una nueva asociación entre el G-8 y aquellos países vecinos del Mediterráneo Meridional que han elegido la senda de la libertad y la democracia. Europa ha abierto el camino proponiendo una nueva Asociación por la Democracia y la Prosperidad Compartida y revisando la Política Europea de Vecindad, a la que se destinan recursos financieros por valor de 7 000 millones de euros, incluida una nueva dotación de 1 240 millones de euros».

La cena de los ocho no ha dado aún resultados concretos sobre estos asuntos y la agenda tiene todavía importantes asuntos pendientes en Deauville, una ciudad tomada por miles de policías y militares para garantizar la seguridad de los líderes mundiales.