Cómo pasar del dicho al hecho en las cumbres de la ONU

Cuando los líderes mundiales aprueben el plan de acción final de la inminente cumbre Río+20, es posible que una pregunta quede sin responder: ¿cuál es la mejor manera para que la ONU transforme los lugares comunes de la política en realidades económicas?

Vista general del interior de un pabellón con un gran mural
Pabellón de exposiciones de Río+20/ Foto: Mª Elisa Franco/ UNPhoto

Mientras que los 193 miembros del Comité Preparatorio de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, más conocida como Río+20, han continuado su ronda final de negociaciones hasta este viernes en Río de Janeiro, ya hay propuestas sobre la mesa para una reforma institucional o para la creación de nuevos organismos.

La cumbre propiamente dicha tendrá lugar del 20 al 22 de este mes pero las conversaciones que deben llevar a las conclusiones están en punto muerto. Las propuestas incluyen fortalecer el existente Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), modernizándolo en tanto agencia de la ONU, crear un Consejo Mundial de Coordinación Económica, un Consejo Mundial de Desarrollo Sostenible y una mega Organización Mundial del Medio Ambiente.

Crear esta última es una propuesta antigua que durante dos décadas ha sido postergada dentro del sistema de la ONU, y que a comienzos de este mes fue resucitada por el presidente de Francia, François Hollande, para quien una Organización Mundial del Medio Ambiente «como la Organización Mundial del Comercio (OMC) o la Organización Internacional del Trabajo (OIT)» contribuiría al éxito de Río+20.

El presidente de la Asamblea General, Nassir Abdulaziz al-Nasser, dice que Río+20 tiene que producir «una fuerte arquitectura institucional (...). Esta arquitectura debe promover una mejor integración de las tres dimensiones del desarrollo sostenible: protección económica, social y ambiental». También debe abordar asuntos nuevos y emergentes, evaluar la sostenibilidad de los avances logrados y controlar la puesta en marcha del compromiso.

La semana pasada, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, también indicó la necesidad de un nuevo marco institucional para apoyar los objetivos de desarrollo sostenible, «un organismo efectivo» que pueda realizar un seguimiento de sus avances.

Esta entidad, señaló, debería tener tanto un compromiso político de alto nivel como espacio para que la sociedad civil, las autoridades locales y el sector privado aporten sus conocimientos y pericia.

La ONU ya ha empezado a organizarse para el desafío posterior a 2015, fecha límite para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y el inicio de los referidos al desarrollo sostenible.

Ban agregó que ha pedido a los directores del Grupo de las Naciones Unidas para el Desarrollo y del Comité Ejecutivo de Asuntos Económicos y Sociales que movilicen a todo el sistema de la ONU en pos de ese esfuerzo.

También anunció la creación de un nuevo puesto de secretaria general adjunta, para vigilar la implementación de las metas de desarrollo sostenible más allá de 2015, y la designación al frente del mismo de la nigeriana Amina J. Mohammed. Profesora adjunta en la neoyorquina Universidad de Columbia, Mohammed también ha trabajado como asesora especial del presidente de Nigeria sobre los Objetivos del Milenio.

Otro anuncio de Ban fue el de un panel de alto nivel de personas eminentes para asesorar sobre qué camino habrá que seguir después de 2015. Algunas de esas figuras son los presidentes Susilo Bambang Yudhoyono, de Indonesia, y Ellen Johnson Sirleaf, de Liberia, y el primer ministro de Gran Bretaña, David Cameron.

En sus detalladas propuestas para una sociedad global sostenible, Daisaku Ikeda, presidente de la organización Soka Gakkai International, con sede en Tokio, llama a establecer una nueva entidad internacional a través de la fusión de las agencias de la ONU dedicadas al medio ambiente y el desarrollo.

Una organización mundial para el desarrollo sostenible debería ser el resultado de una osada transformación cualitativa del sistema actual, según los siguientes parámetros: la consolidación de secciones y agencias relevantes, incluidos el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma). «Necesitamos desarrollar la capacidad institucional para dar respuestas que abarquen y prioricen las necesidades reales y expresas de la población, y construir los cimientos de vidas dignas», agregó.

Actualmente, tanto el PNUD como el Pnuma están estructurados de tal modo que solo aquellos estados que son miembros de los respectivos consejos gobernantes pueden tener voz en la toma de decisiones. «A la luz de la importancia del desarrollo sostenible y de la amplia gama de asuntos y sectores involucrados, debemos asegurarnos de que todos los estados que lo deseen puedan participar plenamente», agrega Ikeda.

El veterano periodista Chakravarthy Raghavan, que ha cubierto asuntos de la ONU tanto en Nueva York como en Ginebra, incluida la Cumbre de la Tierra de 1992 en Río de Janeiro, nos dice que a la idea de crear la Organización Mundial del Medio Ambiente, o de que el Pnuma se convierta en una agencia separada, se le lleva dando vueltas desde 1992, y ya entonces tuvo que afrontar la resistencia de los países industrializados y de varias agencias especializadas. Una nueva agencia, por supuesto, significa más puestos de trabajo, y si está financiada como el PNUD, significa más control desde el Norte industrializado, y más dinero que se gasta.

Cuando se crea una agencia, se pone en juego la ley fundamental de la política: los gobiernos deciden las políticas que quieren llevar adelante y crean instituciones para concretarlas, explica Raghavan. «A continuación, quienes están al frente de esas instituciones intentan cambiar las políticas para adecuarlas a sus intereses y necesidades», dice el periodista, «Pero no está claro cuál es el valor añadido: la carta de la ONU prevé que el Comité Ejecutivo de Asuntos Económicos y Sociales asuma el papel de supervisión y coordinación».

Esto cayó en desuso hace mucho tiempo, y actualmente sus reuniones solo permiten que quienes están al frente de las agencias ofrezcan largas peroratas y planteen «preguntas» que muy a menudo no reciben respuesta.