Rusos kazajos entre la lealtad a Kazajstán y los sentimientos pro-Rusia

En la verde ladera de una colina al sur de la frontera rusa, un eslogan se cierne sobre la ciudad de Oskemen: «Kazajstán». Cuando se instaló, en 2009, para fomentar el patriotismo kazajo, parecía declarar lo obvio. Pero ahora que Vladimir Putin se ha autodesignado defensor de los rusos en todas partes, y que se ha anexionado la península de Crimea, el eslogan parece que cobra sentido, por lo menos para los líderes kazajos en Astaná.

Grandes letras blancas en una loma que dicen Kazajstán
Grandes letras bajo una bandera kazaja en una loma que mira hacia la ciudad de Oskemen, donde la mayoría de los habitantes son de origen ruso/ Foto: Joanna Lillis/ Eurasia Net

En la verde ladera de una colina del nororiente kazajo, al sur de la frontera rusa, un eslogan simple se cierne sobre la ciudad de Oskemen: «Kazajstán», reza el mensaje escrito en enormes letras blancas.

Cuando se instaló el cartel, en 2009, para fomentar el patriotismo kazajo, pareció declarar lo obvio. Pero ahora que el presidente ruso Vladimir Putin se ha autodesignado defensor de los rusos en todas partes, y que ha usado esa lógica para anexionar la península de Crimea, el eslogan parece más pertinente que nunca, por lo menos para los líderes kazajos en Astaná.

Ya desde el colapso de la Unión Soviética en 1991, el gobierno del presidente Nursultan Nazarbayev hizo hincapié en la promoción de la tolerancia y la armonía interétnica. En su mayor parte, logró mantener al país en calma, permitiendo que la economía lograra un nivel de crecimiento sin par en Asia central.

Pero ahora, la onda expansiva de la crisis de Ucrania amenaza con poner a prueba las lealtades de la población étnicamente diversa de Kazajstán, en particular de la numerosa minoría de origen ruso, que se concentra en las regiones del norte del país.

Dados los últimos acontecimientos, la promoción del patriotismo se ha disparado en la agenda política de Nazarbayev. Poniendo de relieve la gran preocupación reinante en Astaná, se introdujeron enmiendas a comienzos de abril para castigar los llamamientos públicos al separatismo con prolongados períodos de cárcel.

El sentimiento separatista en el nororiente industrial le creó un dolor de cabeza a Nazarbayev en los años 90. Oskemen fue en otro tiempo un semillero de intrigas, con 13 conspiradores prorrusos que terminaron en prisión por un complot separatista en 2000. En esta ciudad, conocida en ruso como Ust-Kamenogorsk, el 67 por ciento de los habitantes son rusos, el triple de la proporción nacional.

Los ánimos separatistas cedieron cuando Kazajstán se consolidó como nación, pero los escenarios que se han visto en Ucrania son suficientes para causarle una fuerte migraña a Nazarbayev.

El hecho de que Rusia justifique su anexión de Crimea argumentando que así protegerá a los rusos que viven en esa península pone nerviosa a Astaná. En Kazajstán, el 22 por ciento de la población es de origen ruso, con proporciones mucho más altas a lo largo de la frontera de 7.000 kilómetros con Rusia.

Encendidas declaraciones de nacionalistas rusos sobre las reclamaciones en torno al norte de Kazajstán han añadido leña al fuego, desatando una inusual rencilla diplomática entre Moscú y Astaná, aliados cercanos.

El 11 de este mes, tras una severa reprimenda de Kazajstán, Moscú se distanció de los pronunciamientos, pero no ha negado explícitamente que tenga planes a propósito del territorio kazajo.

La comunidad de rusos de Oskemen observa los rebrotes nacionalistas al otro lado de la frontera con ecuanimidad.

«Sobre la inmutabilidad de las fronteras... decir que algunas acciones son eternas es simplemente incorrecto», dice Viktor Sharonov, un «ataman» (líder) cosaco, eligiendo cuidadosamente sus palabras. «De otra manera, ¿cómo podrían los escoceses celebrar un referendo sobre una eventual separación de Gran Bretaña?».

Sharonov pronunció estas palabras el 8 de este mes en una reunión de organizaciones comunitarias rusas con sede en Oskemen a la que asistimos, y donde líderes comunitarios defendieron las acciones del Kremlin en Ucrania y denunciaron lo que perciben como una intromisión de Occidente en el patio trasero de Rusia.

«Yo personalmente, y nuestros cosacos, vemos esto como el deseo de los países occidentales... de volver a hacer totalmente lo sucio en Rusia», dijo Sharonov acaloradamente.

«Lamentablemente, fascistas reales y ultranacionalistas... han llegado al poder en Kiev», obligando a Moscú a intervenir para defender los derechos de los rusoparlantes, dijo Oleg Navozov, presidente del movimiento eslavo LAD.

Por un lado, el punto de vista que prevalece entre la comunidad rusa de Oskemen, como planteó Navozov, reitera la línea oficial de Astaná: Nazarbayev llama «neofascistas» a los integrantes del gobierno de Ucrania, y asegura que Ucrania discrimina «los derechos de las minorías», lo que le ha valido aplausos de estos líderes comunitarios.

«Nazarbayev apoyó a Rusia en aquellas acciones que buscaban proteger los derechos de las minorías étnicas en Ucrania y proteger sus intereses nacionales», dijo Nikolay Plajotin, del LAD, con tono de aprobación.

Por otro lado, la intervención rusa en Ucrania hace que en Kazajstán muchos se pregunten: ¿qué pasará si Moscú decide que los rusohablantes que viven en Astaná necesitan protección?

Este escenario se rechaza por abrumadora mayoría en Oskemen, donde los habitantes de origen ruso que entrevistamos dijeron sin excepciones que las políticas inclusivas, en lo étnico y en lo lingüístico, implementadas por Nazarbayev descartan esto de plano.

«La situación en Kazajstán es completamente diferente a la de Ucrania», dijo Vadim Obukhov, vicepresidente del Centro Cultural Ruso. «No tenemos ninguna confrontación entre kazajos y rusos».

Mientras Nazarbayev hace malabarismos con agendas en conflicto, promoviendo los intereses de la mayoría kazaja y al mismo tiempo protegiendo los derechos de las minorías, «este equilibrio se mantiene de manera muy competente», señaló Yevgeniy Cherkashin, editor de un periódico.

La posición pro Kremlin de Nazarbayev en la crisis de Ucrania está jugando un papel importante entre la comunidad de rusohablantes del norte, aunque en otras partes los críticos la atacan con vehemencia, por considerarla una traición a los intereses nacionales.

«En el imaginario colectivo de muchos rusos, la parte norte de Kazajstán es territorio ruso», dice el analista Aidos Sarym, radicado en Almaty, de ahí que muchos kazajos entiendan que esta posición oficial prorrusa «está equivocada».

En Oskemen, algunos kazajos «temen» que los rusos confisquen tierras, aunque en algún punto distante en el futuro, nos dijo Kenzhebay, un habitante de Oskemen que no quiso dar su apellido.

También hay muchos que creen que una alianza estrecha con Rusia le ofrece a Kazajstán su mejor protección: la mejor manera en que Astana puede salvaguardar su soberanía es actuando como amiga de Moscú en vez de como adversaria.

Rusos consultados en las calles de la ciudad de Oskemen consideraron absurda la idea de que Moscú se entrometa en Kazajstán. «No creo que Rusia vaya a confiscar ni un pedazo de Kazajstán; ¿para qué lo querría?», plantea el ingeniero Viktor Chernyshev.

«Aquí no se ve a Rusia como una especie de enemigo, sino como una oportunidad», explica Aleksandr Alekseyenko, de la Universidad Técnica Estatal de Kazajstán Oriental.

Desde Oskemen, la ciudad rusa de Novosibirsk está más cerca que Astaná, la capital kazaja, y los lugareños afluyen a la frontera, hacia Siberia, para trabajar y estudiar allí, ayudados por el hecho de que Kazajstán forma parte de la Unión Aduanera liderada por Rusia.

El mes próximo, esta zona de libre comercio se transformará en la Unión Económica Euroasiática, en medio de la ferviente oposición de nacionalistas y liberales kazajos que temen el dominio ruso. Sin embargo, en el nororiente de Kazajstán el respaldo a la unión es absoluto.

Vladimir Putin no oculta su nostalgia por la Unión Soviética ni su visión de la unión como vehículo político para la promoción de una integración postsoviética dominada por Rusia. En Oskemen, algunos parecen compartir su sueño.

La unión representa «un retorno –tal vez no total, pero de todos modos amplio– a lo que existía en la Unión Soviética», sugiere Navozov.

Estas palabras pueden ser música para los oídos de Putin, pero tal vez no para los de Nazarbayev: él sospecha de cualquier elemento político que tenga que ver con la integración y se ha comprometido a no ceder «ni un ápice» de la soberanía de Kazajstán.

Al mirar a Rusia en busca de puntos de referencia políticos y económicos, la comunidad rusohablante de Oskemen es fuertemente leal a Nazarbayev. No lo ve solo como un garante de los derechos de las minorías, sino también como un garante de la estabilidad política y social.

El malestar al estilo ucraniano es imposible aquí, dice Leonid Kartashev, presidente del Centro Nacional Cultural Ruso, porque «en Kazajstán el presidente Nazarbayev fue elegido legítimamente, y en Kazajstán hay un gobierno legítimo».