En África la especulación mata lentamente

Los especuladores juegan en la bolsa a derribar gobiernos, monedas, empresas. En los países pobres juegan con la comida. A subir los precios de los alimentos básicos de la población, a mantener la corrupción, a bajar los precios de las materias primas, a cambiar gobiernos .

En un lado se destruyen puestos de trabajo, y endeudan a la población, en el otro la matan de hambre.

En los países del sur del Sahel, principalmente Chad y Níger todavía no se habían repuesto del alza de precios de los cereales cuando llegó la crisis en Europa y Estados Unidos. Éstos recortaron sus presupuestos de ayuda al desarrollo y se redujo la aportación que, por ejemplo, daban al Programa Mundial de Alimentos. En Yemen o Gaza han disminuido a la mitad las raciones de comida.

Limata da de mamar a sus gemelos, a su lado una mujer mayor
Limata/foto:Miguel Ángel de la Fuente

En África subsahariana no entienden de tipos de interés o hipotecas, sólo de hambre crónica, de que los precios del mijo son muy altos y que los graneros se están quedando sin nada antes de empezar a sembrar. Níger, Sudán, Chad, Burkina o Malí sufren una crisis continua.
Todo esto lo experimenta en primera persona, Limata Konabo. 29 años, 4 embarazos, 6 hijos (uno de ellos muerto de hambre). Los equipos médicos de la ONG Bibir-Intervida visitan -como hacen regularmente- su pueblo para explicar como reforzar la alimentación de los más pequeños. Los pocos alimentos que come la madre deja sin nutrientes la leche materna y los niños no ingieren las suficientes calorías. Necesitan un refuerzo a base de papillas enriquecidas con cacahuete y pescado seco. Algo que tienen al alcance pero que no pueden comprar. Limata, que ahora sólo come una vez al día porque ya no tiene mijo de la temporada pasada, tiene dos gemelos de 7 meses, a los que los médicos acaban de diagnosticar malnutrición. Intentan mamar a la vez de los pechos casi secos de su madre. Pero eso es insuficiente. Una anilla de papel que el enfermero pone alrededor de sus brazos lo deja claro, están por debajo del peso mínimo para alcanzar un desarrollo óptimo.

Después de consultarlo con su marido, Limata se dirige al Centro de Recuperación Nutricional (CREN) que Intervida tiene en Ouahigouya, la capital de su zona, al norte de Burkina Faso. Allí encuentra a otras 20 mujeres que como ella pasarán unos días, normalmente un mes, hasta que sus hijos se recuperen de la malnutrición severa que padecen. Es una casa con patio y unos pequeños habitáculos donde además de asistencia médica reciben también conocimientos sobre alimentación, educación sexual, e higiene. Este centro es como un oasis de paz.
Pasan todo el día con sus bebés a los que se les hace un control rutinario. Y ese tiempo también les sirve a ellas para descansar de las duras tareas domésticas diarias. Intercambian experiencias y, sobre todo, ven como sus hijos mejoran.
Tras los enormes esfuerzos económicos de los últimos años la malnutrición infantil había comenzado a disminuir de manera clara. En Sabouna, el pueblo de Limata, un hombre mayor explicaba que antes enterraban a un niño cada semana y que últimamente había un entierro cada mes.
Burkina es uno de los países más pobres del mundo, con una tasa de natalidad muy alta, 6 hijos por mujer... si a eso añadimos la poligamia hay familias que tienen más de 15 niños que comen todos del mismo granero. A eso hay que añadir que cuando un niño deja la lactancia materna pasa a comer lo mismo que los demás. Pero su vida es la menos valiosa de la familia y por lo tanto come el último.... y sólo las sobras. Y si un hijo enferma el padre nunca venderá un animal para salvar su vida, vale demasiado poco. Sólo venderá la res para celebrar algún acontecimiento familiar importante. Una boda, un nacimiento, un entierro. «Cuesta mucho cambiar una mentalidad tan tradicional en la que te dicen que ellos vivieron así y sus hijos también han de vivir así» Dice a euroXpress, Víctor Ruibal, director de proyectos de Bibir-Intervida en Burkina. Y añade «Eso, como en todas las culturas, es lo más difícil de modificar.»

Pero no sólo la mentalidad es lo que impide el desarrollo de estas zonas. También hay obstáculos reales. La escasez de alimentos es una de las principales consecuencias de la disminución de la producción y la mayor demanda de la población, así como del uso de prácticas agrícolas corrosivas, en muchos casos basadas en un único cultivo, y las propias infraestructuras obsoletas, que contribuyen a la fuerte erosión de los suelos. A eso hay que añadir la incapacidad de los gobiernos para promover el desarrollo en sus países.

Las alarmas han vuelto a sonar al sur del Sahel

Según un informe de la Confederación Europea de ONG para el Desarrollo (CONCORD) en 2009 la UE destinó 49.000 millones de euros para ayuda al desarrollo, mil millones menos que el año anterior. Pero a pesar de la crisis económica, la UE enviará 24 millones de euros extra para paliar la crisis alimentaria que afecta a más de 7 millones de personas en Níger, Chad, Burkina Fasso y norte de Nigeria. Son fondos destinados a garantizar la nutrición de niños, mujeres embarazadas y del resto de la población afectada por la hambruna.
En Níger la disminución en un 30 por ciento respecto al año pasado de la producción de las cosechas por las irregulares y tardías lluvias y el proceso de desertificación que sufre el país han aumentado los casos de desnutrición grave.
La ONU alerta de que más de 260 millones de personas padecen desnutrición en el África subsahariana y un 30% de la población está hambrienta. En 2009 por primera vez en la historia se superó la barrera de los 1.000 millones de hambrientos en el mundo.
Lejos del balón de oro de Sudáfrica, el continente pobre sigue luchando por conseguir lo más básico, comer cada día.