Sudáfrica, un desarme nuclear ejemplar

Análisis de John Fraser

JOHANNESBURGO, (IPS) - En los últimos días del régimen de segregación racial del apartheid, las autoridades de Sudáfrica tomaron una decisión con grandes consecuencias para el país y para el continente: pusieron fin a su programa de armas nucleares. «La primera etapa implicó el desmantelamiento de seis dispositivos nucleares completos (y uno parcialmente montado)», indica Greg Mills, director de la Fundación Brenthurst, que asesora a gobiernos africanos.

Nube de humo central nuclear
Nube de humo central nuclear / Foto: National Nuclear Security Administration/CC-BY-ND-2.0

Mills recuerda que «la decisión fue tomada por el entonces presidente F. W. de Klerk en febrero de 1991, poco después de la liberación de Nelson Mandela y de levantada la prohibición del Congreso Nacional Africano (CNA), el Congreso Panafricano y el Partido Comunista Sudafricano», puntualizó Mills. Sudáfrica suscribió el Tratado de No Proliferación Nuclear el 10 de julio de 1991. Siete semanas después, firmó el Acuerdo Integral de Salvaguardias con la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), lo que permitió inspecciones frecuentes a sus instalaciones.

Greg Mills recuerda que «las autoridades sudafricanas cooperaron con la AIEA durante todo el proceso de verificación, y fueron elogiadas en 1992 por el entonces director general de la agencia, Hans Blix, por ofrecer a los inspectores acceso ilimitado y más datos de los previstos por el Acuerdo de Salvaguardias». «El segundo paso fue el desmantelamiento del programa de misiles balísticos de Sudáfrica, que comenzó en 1992 y llevó 18 meses». «Este proceso culminó en su incorporación al Régimen de Control de Tecnología de Misiles en septiembre de 1995, tras la verificación de la destrucción del último de sus dispositivos», apunta Mills.

Y «la tercer etapa incluyó el cierre del programa de guerra biológica y química». Sudáfrica «es el único país del mundo en haber desmantelado de forma voluntaria su capacidad armamentística nuclear». «La experiencia sudafricana señala la importancia de crear un ambiente propicio en el que los regímenes puedan tener la suficiente confianza para desarmarse y mantenerse así», añadie el director de la Fundación Brenthurst.

La cuestión aquí es cuál fue el motivo del desarme, ¿el interés en un continente libre de armas nucleares o, reconociendo la caída del apartheid, impedir que Nelson Mandela y el futuro gobierno del CNA tuvieran el control del armamento? Terence McNamee, subdirector de la Fundación Brenthurst, escribió en el diario Star de Johannesburgo «el actual presidente Jacob Zuma sin duda cree, al igual que muchos de sus compañeros activos durante la transición democrática, que la gente que construyó el arsenal atómico de Sudáfrica, el régimen del apartheid, no quiso que el CNA pusiera sus manos encima». McNamee señala que De Klerk esperó hasta marzo de 1993 para informar al mundo del desmantelamiento del arsenal nuclear de Sudáfrica, y hasta entonces «nadie, ni siquiera Nelson Mandela, había sido notificado de que el programa había sido abolido», y menos de que existía.

Las armas atómicas ya no tienen lugar en Sudáfrica ni en el continente, pero hay gran expectativa por esta alternativa para generar energía. «La fuente nuclear puede ayudar a responder al extraordinario retraso de los países africanos en materia energética, pues el continente tiene una producción similar a la de España pero con 20 veces más de personas», dice Mills. «Pero las preocupaciones por el uso de la energía atómica en África van al corazón mismo de la razón por la cual hay un retraso: la gobernanza».

Según el especialista en estrategias de marketing Jeremy Sampson, presidente ejecutivo de la consultora Interbrand Sampson, en términos de imagen, la decisión de Sudáfrica de desmantelar su arsenal nuclear mejoró su autoridad moral en materia de no proliferación. «En las últimas décadas hubo un aumento drástico de la importancia de las cuestiones de marca y reputación», explica. «Ya no se aplica solo a empresas, productos y servicios, sino que abarca a personas y hasta países». Sobre las razones que llevaron a las autoridades sudafricanas a clausurar su programa atómico, Sampson especula que el régimen puede haber recibido incentivos que no han salido a la luz pública. «¿Sudáfrica realmente desarrolló dispositivos nucleares?, ¿quién la ayudó?, ¿hubo un simulacro en lo profundo del sur del Atlántico?, y ¿cómo las hubieran usado?», se pregunta.

También opina que la decisión voluntaria de las autoridades de Sudáfrica plantea muchos interrogantes más. «¿El régimen del apartheid estaba realmente desesperado? ¿Las sanciones estaban causando estragos? ¿Cuál fue el intercambio? ¿Qué garantías se ofrecieron? ¿Se pagaron realmente a los integrantes del régimen en fuga fondos para usos ilícitos como ocurrió en Alemania al final de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945)?».

Cualquiera que fuera el incentivo, Sampson sostiene que debió ser «muy, muy significativo. La actividad militar en Angola y el apoyo al (líder rebelde angoleño) Jonas Savimbi debieron ocupar un lugar importante en la agenda». Frans Cronje, subdirector general del Instituto de Relaciones Raciales de Sudáfrica, señala que el régimen del apartheid soportó una fuerte presión de Occidente, y quizá también de Rusia, para renunciar a su programa nuclear.

Cronje señala que «todo el asunto fue disfrazado de retirada honorable de una África atómica». «Es como si a los países occidentales y a Rusia también les preocupara la existencia de un estado africano independiente y con arsenal nuclear». Y apunta que, Sudáfrica tendría más fuerza en el ámbito internacional si tuviera armas atómicas.

Si esto hubiera ocurrido así, Frans Cronje cree que «se habría tomado más en serio a un estado africano con arsenal nuclear y hubiera desempeñado un papel de liderazgo más sólido, porque obliga a la gente a tomarte en serio». «En términos de liderazgo, renunciar a las armas atómicas logra lo contrario, reduce la influencia en asuntos externos y en la política internacional»..

Quizá nunca sepamos las verdaderas razones, pero el desmantelamiento del programa nuclear le dio a Sudáfrica beneficios morales que perduran hasta hoy. Le dio una voz en materia de no proliferación y autoridad moral para crear su propia industria eléctrica nuclear sin atraer las sospechas de la comunidad internacional, como ocurre con Irán.