Viñetas por la libertad de expresión

A. D. McKenzie

Una mujer y su esposo están sentados a la mesa. Mientras ella habla, él la ignora, enfrascado en la lectura de un periódico. «Al menos Obama me está escuchando», dice ella. Esta es solo una de las tantas referencias satíricas al escándalo internacional por el programa de vigilancia del gobierno de Estados Unidos, en un libro publicado este mes por la organización Reporteros Sin Fronteras.

Un hombre y una mujer hablan con una copa en la mano
Viñeta de Ann Telnaes publicada en The New York Times:

París, (IPS) - Una mujer y su esposo están sentados a la mesa. Mientras ella habla, él la ignora, enfrascado en la lectura de un periódico. «Al menos Obama me está escuchando», dice ella. Esta es solo una de las tantas referencias satíricas al escándalo internacional por el programa de vigilancia del gobierno de Estados Unidos, en un libro publicado este mes por la organización Reporteros Sin Fronteras, con sede en París, que trabaja para proteger la libertad de expresión e información.

El libro «100 Cartoons by Cartooning for Peace for Press Freedom» (Cien viñetas de Caricaturas por la Paz por la libertad de prensa), procura crear conciencia sobre los muchos ataques que se han hecho a la libertad de expresión en el último año. Contiene ilustraciones de más de 50 dibujantes de todo el mundo con gran talento y humor aun en temas que no son nada graciosos.

El libro aborda la libertad de expresión, las tácticas de vigilancia estadounidenses y la actualidad política mundial.

La sección «Espiando al mundo» contiene algunas de las viñetas más satíricas, pero ciertos dibujos podrían ofender a algunos lectores. Un aspecto preocupante del libro, por ejemplo, es la forma en que ciertos humoristas tienden a ilustrar a personajes de origen africano.

Hay estereotipos que denotan cierta insensibilidad, incluso a los ojos de aquellos lectores que eviten identificarse con un personaje que dice: «Estoy completamente a favor de la libre expresión... a menos que la encuentre personalmente ofensiva».

Nicolas Vadot, dibujante radicado en Bélgica que ha colaborado con el libro, nos explica que las caricaturas reflejan el estilo de su autor, que tiende a dibujar a todas las personas «feas». «No podemos hablar de corrección política y decir que los caricaturistas deben dibujar a ciertos grupos solo de determinada manera», explica Vadot. «Siempre vas a encontrar a alguien que se ofenda por algo».

Patrick Chapatte, popular dibujante cuyas obras aparecen en periódicos internacionales, dijo en una entrevista publicada en el libro que «todo es cuestión de temperamento».

«Algunos dibujantes harán lo que sea por arrancar risas e intentarán ir más allá de los límites. Yo solo trato de hacerlo bien, sabiendo cuándo es necesario ser provocativo y cuándo serio», indicó.

En efecto, su humor sencillo y sin pretensiones da lugar a los comentarios más incisivos del libro, como cuando ilustra a un pasajero en un tren repleto de gente gritándole a su teléfono móvil: «¡Es indignante! El gobierno está escuchando todas nuestras conversaciones».

Para Kofi Annan, ex secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, «los caricaturistas deben provocar la discusión con sensibilidad ante las consideraciones y los sentimientos de otros». Pero aun cuando intenten hacerlo, el humor gráfico puede ofender.

«Incluso se les podría exigir», dice Annan en el prólogo del libro, «pero no debemos olvidar que la libertad de comunicar a través de las imágenes es un derecho que debe ser defendido». «En ningún otro contexto esto es más importante que cuando los dibujantes usan sus imágenes para resistirse a la opresión, para exigir cuentas a los gobernantes y para hablarle al poder con la verdad en nombre de los que no tienen voz», añade.

Annan y el renombrado dibujante francés Plantu fundaron Caricaturas por la Paz en 2006, tras las protestas y disturbios desatados en todo el mundo por la polémica viñeta danesa sobre el profeta Mahoma. Ahora integran la organización más de 100 dibujantes de más de 40 nacionalidades y de las principales religiones.

La iniciativa procura reafirmar la idea de que la influencia de los humoristas entraña una «responsabilidad de estimular el debate en vez de exaltar pasiones, de educar en vez de dividir», señala Annan.

Este libro, un proyecto conjunto de Reporteros Sin Fronteras y Caricaturas por la Paz, es un «recordatorio de los desafíos que los periodistas tienen que seguir afrontando en muchas partes del mundo, y también de la importancia» de las organizaciones dedicadas a protegerlos y a defender la libertad de información, añade.

Si alguien duda de la importancia de esos esfuerzos, un nuevo informe puede hacer que reflexionen. Reporteros Sin Fronteras indica que, en 2013, murieron 71 periodistas haciendo su trabajo y 87 fueron secuestrados. El número de muertes fue menor que en 2012, pero los secuestros aumentaron un 129 por ciento. «Siria, Somalia y Pakistán mantuvieron sus lugares como los países más mortales para los medios»,dice la organización.

Reporteros Sin Fronteras añade que «las amenazas y la violencia han obligado a un número cada vez mayor de periodistas a huir al exterior», mientras al menos 178 se encuentran aún en prisión.

También los caricaturistas han sido víctimas de acoso y de ataques físicos en varios países.

El libro cita el caso del dibujante sirio Ali Ferzat, crítico con el régimen de Bashar al Assad, que en 2011 fue secuestrado y sometido a torturas como romperle la mano izquierda, que usaba para dibujar. Caricaturas por la Paz logró sacarlo del país y ahora vive Kuwait, donde aún recibe amenazas por Internet.

En este contexto, «100 viñetas...» adquiere otra dimensión. Se trata del primer libro de Reporteros Sin Fronteras sobre libertad de expresión que incluye solo caricaturas.

La organización señala que las ganancias de las ventas se emplearán para financiar sus actividades de apoyo a periodistas y blogueros.